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El Racismo: Estrategia capitalista mundial:

El Comunismo: Estrategia de la Clase Obrera Internacional Para Derrotar el Racismo

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“¡Paralicemos el sistema entero!”, coreaban miles de jóvenes de Los Ángeles. “No tenemos nada que perder más que nuestras cadenas”.
“Todo el mundo a mi alrededor está contra el capitalismo”, dijo una joven profesional que activa en Nueva York.
No es sólo la juventud negra que responde con indignación continua al racismo de policías asesinos desde la ciudad de Nueva York a Ferguson a Los Ángeles y más allá. No son sólo los estudiantes mexicanos los que continúan manifestándose contra la masacre de 42 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero.
El terror del Estado racista ha marcado al capitalismo desde su inicio. Se intensifica durante las crisis sistémicas, cuando los gobernantes temen perder su control sobre las masas. Pero, como vemos hoy día, puede provocar más ira que el miedo.

El racismo es una de las principales armas del capitalismo para dividir y conquistarnos. Pero, como vemos hoy, puede provocar la unidad internacional de la clase obrera necesaria para destruir - no sólo paralizar - el sistema.
La ira y la unidad no son suficientes. Las masas deben comprender que la única alternativa al capitalismo racista es el comunismo internacional. Ningún grupo de trabajadores puede permanecer de brazos cruzados ante la reciente ola de terror racista.
Debemos aprovechar esta oportunidad crítica para reclutar masivamente miembros para nuestro Partido y ampliar la distribución de Bandera Roja. Entonces podremos movilizar a masas aún más amplias para esta alternativa comunista.
Tenemos que garantizar que cada colectiva del Partido organice para hacer del terrorismo racista estatal un tema contante en nuestros lugares de trabajo, escuelas y comunidades. Debemos vincularlo al racismo que vemos en el trabajo y en el aula.
Debemos mover a amigos, familiares y compañeros de trabajo a acciones basadas en el entendimiento de que el racismo surgió con el capitalismo y solo se puede acabar mediante la movilización por el comunismo. Los obreros industriales y soldados tienen un papel clave que jugar.

El racismo no es prejuicio que de alguna manera se “institucionalizó”. Es uno de los pilares del capitalismo.
Sin el terror racista, el capitalismo no podría en el siglo 17 haberse diseminado desde Inglaterra por todo el mundo, obligando a los ejidatarios de tres continentes a ser esclavos asalariados o simplemente esclavos. No podría haber expropiado y diezmado las poblaciones indígenas en África y las Américas.
Sin el racismo, el imperialismo no podría haber extendido su alcance del capitalismo a todos los rincones del globo. No podría haber masacrado a millones de personas en el Congo, las Filipinas, Argelia, Indonesia, Vietnam e Irak.
Sin el racismo, los capitalistas no podrían haber derrotado a las masas rebeldes cuando se alzaron en Barbados, Virginia, Jamaica, Haití, India, El Salvador, e incluso la propia Inglaterra.
Sin el racismo, un puñado de explotadores capitalistas no podría, hoy en día, mantener su dominio mortal sobre la enorme y poderosa clase obrera.

No es sólo los EE.UU. Por ejemplo, como la mitad de brasileños son negros o “mezclados”, sin embargo más del 70% de éstos viven en la pobreza. Los salarios de los brasileños no-blancos promedian menos de la mitad del de los blancos, y sufren más el desempleo. Su longevidad es seis años menos que la de blancos. Este racismo ha creado una de las distribuciones más desiguales de riqueza en todo el mundo.
Entre las naciones capitalistas,  Suecia liberal tiene las más altas diferencias en empleo entre ciudadanos nacidos allí y aquellos nacidos en el extranjero, especialmente suecos étnicos y personas de ascendencia africana. Sus áreas urbanas están segregadas, la gente no-blanca está concentrada en proyectos de vivienda de bajos ingresos. Las mezquitas han sido quemadas.
Para acabar con el racismo, debemos unirnos como una sola clase obrera internacional para destruir el capitalismo. Los gobernantes están librando una lucha ideológica consciente e intensa para ocultarnos esta verdad. Debemos reconocer y develar sus mentiras venenosas.
Muchos más trabajadores estadounidenses, especialmente los no-negros, deben ser ganados a rechazar la demonización de la juventud negra por parte de los gobernantes y sus llamados a intensificar la represión policial. En EE.UU. y Europa, debemos movilizar para combatir a los fascistas anti-inmigrantes.
En todas partes, debemos luchar arduamente para impedir que el racismo ciegue a los obreros a nuestro interés comunes como clase. Esta es una batalla que no podemos darnos el lujo de perder.
El llamado movimiento “antirracista” esconde este interés común detrás de una cortina de humo de “políticas de identidad”. Destaca el prejuicio en vez del racismo. Hace que los blancos se sientan culpables y fomenta el cinismo entre los jóvenes no-blancos, diciéndonos que sólo podemos ser “aliados” en vez de camaradas.
El pacifismo religioso,  u otra forma, desarma la lucha. Nos tiene implorando reformas, incluso muriendo por reformas, en vez de luchar por el poder.
El “Poder Negro” nacionalista no ayudará a las masas negras. Basta ver a Sudáfrica. Hoy, una generación después del derrocamiento del Apartheid, el ingreso promedio de negros es sólo una sexta parte del de los blancos. La desigualdad económica ha aumentado y es la más alta del mundo. La nueva burguesía negra colabora con el imperialismo en explotar a los obreros negros.
El capitalismo tendrá su fin  y con el la base material del racismo. La lucha comunista contra el racismo - ahora y después de la revolución – romperá los muros de segregación que los gobernantes han erigido para dividirnos.

Construyendo nuestro futuro comunista, y nuestro partido hoy, requiere una lucha ideológica consciente e intensa para unificar a las masas, mujeres y hombres, a través de líneas “raciales” y nacionales. Empleos relativamente integrados como el Ejército, Los Ángeles MTA (tránsito) y las plantas de Boeing en el área de Seattle son importantes lugares para empezar.  
La base material del comunismo será compartir el trabajo y sus frutos, “de cada cual según su habilidad/compromiso, a cada cual según sus necesidades”. Sobre esta base, y con constante lucha política, el racismo y nacionalismo, y el concepto mismo de “razas” y “naciones “, pueden convertirse en reliquias del pasado.

En verdad no tenemos nada que perder más que nuestras cadenas. Tenemos un mundo que ganar.