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El Sexismo es Producto de la Sociedad de Clases:

El Comunismo Creará la Base Material para Acabarlo

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Los ataques repugnantes de Donald Trump contra las mujeres han puesto de relieve los peligros de sexismo. Su actitud de “agarra lo que puedas” expresa perfectamente la ideología capitalista. Pero no se trata sólo de él.
La superopresión y superexplotación de las mujeres tiene sus raíces en la sociedad de clases y la propiedad privada. Su base material hoy día es la esclavitud asalariada capitalista. Para acabar el sexismo, tenemos que movilizar a las masas para una sociedad sin clases: el comunismo. Y para eso, todos tenemos que luchar fuertemente ahora contra el sexismo, racismo y la xenofobia.
En las sociedades comunistas pre-clases, las mujeres y los hombres a menudo tenían diferentes funciones. Pero el trabajo y el conocimiento de todos eran valorados. Todos contribuyeron al bien colectivo. Todos ayudaron a tomar decisiones importantes. Nadie “era dueño/a” de nadie, o controlado/a por nadie.

Entonces, surgió la propiedad privada. Los hombres dominaron las funciones sacerdotales y guerreras que definían una clase dominante emergente. La cual gradualmente reclamó a la mujer como su propiedad, esperando pasar su riqueza a sus hijos biológicos. Impuso su ideología sexista - a menudo enmarcada como religión – a las masas de hombres y mujeres sin propiedad.
El naciente capitalismo empeoró las cosas. Los esclavos - hombres y mujeres – pudieron ver sus intereses comunes. Las sociedades agrícolas diferenciaron el trabajo de “las mujeres” del de “los hombres”, pero respetaron ambos. El capitalismo, sin embargo, puso el “valor de cambio” monetario por encima del “valor de uso”. El trabajo asalariado (por dinero) devalúo el trabajo doméstico no remunerado, aunque necesario, de las mujeres.
Los capitalistas del siglo XX convirtieron muchas tareas, históricamente realizadas domésticamente por mujeres, en empleos asalariados. Estos incluyen la confección de ropa, el cuidado de niños y enfermos, preparación de comida, etc. Esto les permitió a los capitalistas acumular superganancias pagándoles menos a las mujeres y reduciendo también los salarios de los hombres. En los EE.UU. eran a menudo mujeres negras o inmigrantes.
Hoy día, las obreras son superexplotadas desde las maquilas en El Salvador hasta los talleres de hambre en el sur de Asia. Sus bajos salarios son “justificados” por una ideología que promueve a los hombres como “los sostenes de la familia” y las mujeres como “amas de casa”. Los salarios de las mujeres, aunque fundamental para la mayoría de los hogares, son tildados “solamente suplementarios”.
Una camarada en Sudáfrica habla del trabajar, en la ardua y sucia tarea de construir carreteras, con su bebé sobre sus espaldas. Hoy día muchas mujeres obreras en todas partes tienen una doble carga: un empleo asalariado superexplotador y ser principalmente responsables de las tareas domésticas y la crianza de los niños.
Observemos el elogio el New York Times por emplearse adolescentes en los talleres de hambre de Bangalore. Su “independencia” supuestamente estriba en teléfonos celulares que pueden usar para casarse por amor. Su verdadero destino está supuesto a ser el matrimonio y la familia. Es por eso que ellas (y nosotros) debemos aceptar sus salarios miserables y trabajo agotador.
Esto es simplemente ideología sexista. Proviene de los mismos gobernantes liberales que hipócritamente lamentan los comentarios grotescos de Trump sobre las mujeres.
Los patrones usan el sexismo juntamente con el racismo para dividir a la clase obrera. Trump intenta aglutinar a los trabajadores blancos atacando a musulmanes e inmigrantes, degradando a mujeres e insultando a los  obreros negros. Los medios de comunicación liberales capitalistas tratan voltear a las mujeres, inmigrantes y obreros negros contra “los ineducados hombres blancos”.
“Mis pasajeros [mayormente latinos/as] ya no me hablan “, se quejó un obrero blanco, chofer de autobuses y lector de Bandera Roja.
El comunismo unifica a las masas obreras. Organizaremos la producción para fomentar la cooperación y solidaridad entre hombres y mujeres de todas las “razas”, “grupos étnicos” y habilidades. Movilizaremos a las masas para crear artes y una cultura que promueva el respeto para todos.
El comunismo abolirá el dinero, los mercados y el trabajo asalariado. Cuando todo trabajo sea para satisfacer las necesidades de las masas, la base material del sexismo desaparecerá.
El comunismo abolirá la propiedad privada.  Las relaciones sociales ya no serán distorsionadas viéndonos como mercancías, como si fuéramos cosas para ser usadas Los niños serán apreciados por todos, no visto como propiedad de sus padres. Formaremos o disolveremos relaciones sin tener que tomar en cuenta las relaciones de propiedad que definen los matrimonios de hoy día.
El comunismo creará formas colectivas de la vida que acabará la monotonía aislada de las tareas domésticas.  Las mujeres Bolcheviques crearon “creches” (guarderías) en los primeros años de la Unión Soviética. Más tarde hubo “palacios de los niños” y cafeterías basadas en las fábricas. Aún así, las relaciones sociales capitalistas que definieron el socialismo socavaron sus mejores esfuerzos para acabar con el sexismo.

En China, el movimiento de las Comunas Populares de la década de los 1950 introdujo las  cafeterías, lavanderías, guarderías gratuitas y muchas más otras cosas. El Partido Comunista chino declaró que “las mujeres sostienen la mitad del cielo”. Su meta socialista era que las mujeres impulsaran la producción social. Nuestra meta comunista es que hombres y mujeres transformen las relaciones sociales de producción y que todos se desarrollen a su pleno potencial.
Pero acabar con la base material del sexismo no será suficiente. Los crecientes colectivos del partido comunista movilizarán luchas masivas contra residuos de ideas y hábitos sexistas que deje el capitalismo. Esta lucha comienza hoy al hombres y  mujeres  comunistas confrontar el lenguaje o abuso racista o sexista.
Para movilizar a las masas para el comunismo hay que explicar y actuar sobre nuestra línea política en los lugares de trabajo, cuarteles, aulas, vestuarios, en el comedor y en los eventos del partido. Cuando cometemos errores, estamos abiertos a la crítica y tratamos de aprender.
Las mujeres politiqueras capitalistas como Hillary Clinton son parte del problema (véase el recuadro). Masas de mujeres y hombres crearan la solución: un  mundo comunista.

Feminismo burgués sólo ayuda a la burguesía

El ataque sexista de Trump sobre Hillary Clinton como una “mujer desagradable” ha sido aprovechado por las feministas burguesas que buscan unificar a todas las mujeres en Estados Unidos detrás de Clinton. Videos promoviendo a mujeres fuertes desde las veteranas de la guerra de Estados Unidos en Irak a la Reina Victoria han aparecido por todo los medios de comunicación social.
Los gobernantes, en este caso los demócratas, que representan el ala principal de la clase dominante de Estados Unidos, quieren que las mujeres de la clase trabajadora crean que tienen más en común con sus opresores que con sus hermanos de clase.
Como preguntamos en nuestro artículo de Bandera Roja este año, para el Día Internacional de la Mujer Trabajadora: ¿Cómo pueden ser “hermanas” nuestras enemigas de clase?
Cualquier trabajador o trabajadora que ha vivido en la Alemania de Ángela Merkel, la Gran Bretaña de Margaret Thatcher, la Sudáfrica de Winnie Mandela, el Israel de Golda Meir, la India de Indira Gandhi, o el Brasil de Dilma Rousseff, por nombrar unos pocos, sabe que elegir a una mujer no cambia la naturaleza de la sociedad de clases.