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El Socialismo No Pudo Terminar Con el Sexismo

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Parte I: El Socialismo Era Una Forma de Capitalismo 
El socialismo en China no pudo acabar con el sexismo porque mantuvo el sistema salarial.
Esta fue la conclusión de un informe de 1987 sobre “Las mujeres en la China rural.” Dos investigadores daneses estudiaron documentos de los años 1962-65 (antes de la Revolución Cultural) y de 1970-1975 (después). En ambos períodos, el estado socialista se enfocó en aumentar la producción. Su objetivo era acumular la plusvalía extraída de la mano de obra de los obreros. Esto demuestra que el socialismo era una forma de capitalismo.
Un documento clave de la Federación de las Mujeres  de 1962 propuso que las mujeres debieran participar en la producción fuera del hogar (trabajo asalariado) además de sus no-pagadas responsabilidades tradicionales en casa. En las zonas rurales chinas “las tareas domésticas” incluían tareas muy pesadas, como acarrear diariamente agua de los pozos. Así que la incorporación de las mujeres a la producción social (trabajo asalariado) no terminó y ni tan siquiera disminuyó  la carga de sexismo.
Lo que era cierto del socialismo es también cierto del capitalismo en todas sus formas. Para ponerle fin el sexismo debemos movilizar para el comunismo. El comunismo significa poner fin al sistema salarial, que es la base material del sexismo moderno. La movilización comunista, ahora y en el futuro, exige una lucha constante contra las ideas sexistas y todas las formas sociales en las cuales están arraigadas.
La actitud del Partido Comunista Chino y la Federación de Mujeres fue que “todos los esfuerzos deben ser juzgados según su remunerabilidad”. La Federación de Mujeres no discutió construir instituciones colectivas (como guarderías o cocinas comunales) que pudieran haber aligerado la carga de las tareas domésticas al tomar las mujeres un papel más importante en la producción social. Esto es sorprendente si tomamos en cuenta que tales instituciones existieron en las Comunas Populares durante el Gran Salto unos pocos años antes. En aquel entonces, cuando “el trabajo de mujeres”  fue socializado y valorado, los hombres a veces se prestaron para hacerlo
En los años 1960 tanto como en la década de 1970, China movilizó masivamente la mano de obra para construir fábricas y maquinarias. Esto creó una escasez de mano de obra en la agricultura. A las mujeres se les dijo que hicieran más trabajo agrícola, además del trabajo que siempre hacían. La propaganda oficial suponía que el único obstáculo era la actitud y la voluntad de la mujer. La idealizada  “mujer revolucionaria” tenía que probar que lo era “haciéndolo todo”. Pocas mujeres casadas podían alcanzar este ideal.
La única sugerencia concreta ofrecida fue que las mujeres mayores debían hacer más del cuidado infantil. Esto aumentó los conflictos entre las mujeres de más edad y las más jóvenes. También dejó a más niños para ser criados por mujeres que los educarían con los resabios de la vieja sociedad.
El lema “las mujeres sostienen la mitad del cielo” no significaba paga igual, sino que su trabajo era necesario para expandir la acumulación de capital para el estado.
En papel, las mujeres debían recibir “igual salario por trabajo igual.” Sin embargo, el trabajo realizado tradicionalmente por las mujeres (como recoger algodón o cosechar granos) no era considerado igual al trabajo tradicionalmente hecho por los hombres. A una hora del “trabajo de mujeres” se le asignaba normalmente menos puntos laborales que a una hora del “trabajo de hombres”. Eso significaba que recibían una parte más pequeña del valor total producido por la colectiva.
A veces, el sexismo era descarado. Por ejemplo, se describe un caso donde las mujeres sembraron más frijoles. Sin embargo, los hombres insistieron que de todos modos debieran recibir más puntos laborales porque eran “más fuertes”.
Incluso cuando las mujeres y los hombres ganaron puntos labórales que eran más o menos iguales, las mujeres ganaban menos porque tenían que tomar días de descanso o dejar los campos temprano para hacer las tareas domésticas no remuneradas. Los llamados a los hombres para “compartir las tareas del hogar” raras veces se ponían en la práctica, ya que su trabajo fuera de la casa era mejor pagado. Se suponía que la unidad económica era el hogar familiar.
Cuando el esposo trabajaba en la industria, los salarios más bajos de las mujeres a veces se justificaban argumentando que sus esposos eran bien pagados y la familia estaba bien. Por el otro lado, la igualdad de salarios era a veces justificada con el argumento de que las mujeres estarían más motivadas a trabajar.
De ambas formas, la ideología oficial era totalmente capitalista en contenido. La abolición del sistema asalariado no estaba a la orden del día. El fin del sexismo estaba lejos de visualizarse.

FUENTE: Vibeke Hemmel y Pia Sindbjerg, Las mujeres en la China rural (Curzon Press, 1984)
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