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Una de las razones para abolir el sistema salarial es porque que crea ganancias. Las ganancias (o “plusvalía”) son repartidas entre los banqueros, promotores inmobiliarios e industrialistas.
En 2001 la industria automotriz comenzó a crecer en la India. Para 2006 un grupo de capitalistas decidió hacer de la India un “centro de producción global” para automóviles. Vieron al 20% de la población - la clase media - que vive con cerca de $ 2.50 por día y millones más que subsisten con menos. En otras palabras, vieron una mano de obra barata y masiva. Pero ellos querían más.
Consiguieron subsidios gubernamentales, exenciones fiscales, subvenciones para sus investigaciones y, sobre todo, leyes laborales favorables. Consiguieron, por ejemplo, leyes que redujeron el salario rural aún más. Esto obligó la migración de las aldeas a las ciudades en busca de empleos y redujo aun más los salarios. (TLCAN produjo el mismo efecto en México ayudando a convertirlo en un centro de fabricación de automóviles en el continente americano).
Es evidente que los obreros automotrices (o de cualquier industria) enfrentan un ataque político total contra sus salarios. Nunca puede ser de otra manera. Los salarios son fundamentales para el capitalismo. Sin trabajo asalariado no habría ganancias. Sin ganancias no habría capitalismo.
Lo cual nos trae a otra razón porque necesitamos abolir el sistema salarial: aunque crea ganancias, las leyes del capitalismo demandan ganancias máximas, ¡las cuales tienen que salir de nuestro cuero! Esto es especialmente cierto en tiempos de crisis mundial. Aunque la producción automotriz en la India se disparó de 1.7 a 3.3 millones en siete años, este crecimiento no satisfizo a los inversionistas. Como pueden invertir en cualquier parte del mundo, sólo lo hacen donde pueden sacar ganancias máximas.
Esto obligó a los patrones automotrices a reducir costos. Y lo hicieron acelerando el trabajo y recortando salarios. Mientras que en 2001 los empresarios y banqueros sacaban $ 2.63 por cada dólar invertido, en 2010 sacaban $6.14 por cada dólar invertido Fue un asalto feroz contra una clase obrera ya empobrecida. En las afueras de Dehli, la principal zona productora de automóviles en la India, el 80% del millón de obreros trabajan por “contrato” (es decir, no permanentes), otros son “aprendices”. Estas categorías pagan menos que las plazas permanentes.
Por supuesto, los obreros respondieron al ataque. Entre 2009 y 2012, una ola de huelgas combativas recorrió por la industria. Culminó con el arresto de 147 obreros de Maruti-Suzuki en 2012, acusados injustamente por el asesinato de un jefe de personal durante una huelga. Aunque todas las pruebas apuntan a su inocencia (el jefe de personal en realidad había accedido a sus demandas), han permanecido en la cárcel por más de dos años sin juicio. En 2013 el Tribunal Superior de Punjab les negó la libertad bajo fianza, argumentando que “los inversionistas extranjeros probablemente no van a invertir dinero en la India por temor a disturbios laborales.”
La Corte Suprema no tiene ilusiones: el trabajo asalariado es fundamental para que exista un estado capitalista. Pero los obreros de Maruti-Suzuki no estaban en huelga contra el sistema de trabajo asalariado o contra el estado capitalista. Estaban en huelga contra la empresa donde laboraban para que el trabajo asalariado allí fuera más tolerable. En esto, eran similares a los cientos de miles de obreros automotrices que participaron en la ola de huelgas entre 2009 y 2012.
Lo cual nos lleva al obstáculo más grande para abolir la esclavitud salarial: su control ideológico sobre nosotros. Como los patrones nos han hecho creer que no podemos vivir sin dinero, de un continente a otro, luchamos solo para modificar el sistema salarial. Cuando realmente debemos luchar por abolirlo. Una encuesta mundial como esta ayuda a dejar claro que la explotación y la opresión que enfrentamos no son principalmente el resultado de una empresa (la gerencia), de una industria (las fuerzas del mercado) o de un país (partidos electoreros). Son el resultado de un sistema mundial - el capitalismo. Nosotros producimos todo lo de valor en la sociedad. Tenemos que preguntarnos: ¿por qué continuar produciendo ganancias? ¿Por qué no podemos producir para las necesidades sociales?
¡Claro que podemos! Y esa es la importancia de la Bandera Roja. Ahora en continente tras continente provoca debates revolucionarios sobre la abolición salarial y la construcción de una sociedad comunista como nunca antes. En general, estas discusiones son demasiadas pequeñas, ¡pero esto sólo pone en relieve el papel importante tuyo como lector! ¡Únete al PCOI, ayuda a distribuir Bandera Roja e iniciar donde trabajas las discusiones sobre la abolición del sistema salarial y la lucha por un mundo comunista sin patrones ni dinero!