La Socialdemocracia Sirve al Capitalismo

Debemos Movilizarnos Directamente Para un Mundo Comunista

Las crisis del capitalismo se está profundizando. Muchos están buscando alternativas. Sectores de clase dominante, temerosos de las masas alienadas, están promoviendo la “democracia socialista”.

¡No es la primera vez! Debemos aprender lecciones importantes de nuestra historia. Una es la traición de la socialdemocracia a la clase obrera internacional. Otra es el fracaso de la estrategia del “Frente Unido Contra El Fascismo” de la Internacional Comunista.

Este artículo de dos partes argumenta que debemos confiar en la clase obrera para luchar por una sociedad comunista: “De cada cual según su capacidad y compromiso, a cada cual según sus necesidades”.

Europa, 1912: la guerra en los Balcanes estaba a punto de estallar en una guerra mundial. La división del mundo entre las potencias imperialistas la hizo inevitable. La Segunda Internacional era una coalición de partidos socialdemócratas de las naciones de los cinco continentes. ¿Cómo respondería?

Había habido convenciones de la Segunda Internacional en Stuttgart y Copenhague, Alemania, en 1907 y 1910. Habían acordado (después de un acalorado debate) que la guerra era causada por la competencia capitalista. Era reforzada por “prejuicios nacionales sistemáticamente cultivados en los intereses de las clases dominantes”.

Los trabajadores deberían hacer todo lo posible para evitar el estallido de la guerra. Si esto fallara, deberían intentar ponerle fin rápidamente. Deberían usar las crisis creadas por la guerra “para acelerar el derrocamiento del predominio de la clase capitalista”.

La Internacional tomó una posición aun más aguda en el Manifiesto de Basilea de 1912. El “imperialismo capitalista” causaba que conflictos estallaran en todas partes. La guerra “no puede ser justificada con el menor pretexto de ser en lo mas mínimo en interés del pueblo”.

Los obreros deben “considerar un crimen balacearse por los intereses y ganancias del capitalismo”. Las clases dominantes estaban temerosas de la revolución obrera. Y deberían estarlo. La Primera Guerra Mundial estalló en 1914. La mayoría de estos partidos socialistas abandonaron traicioneramente el internacionalismo proletario. Corrieron a “defender la patria”. Mintieron alegando que los socialistas “no habían decidido” la cuestión de la guerra.

El socialismo mundial se dividió en dos en la Conferencia de Zimmerwald de 1915.

En un lado, los socialistas cuyos partidos parlamentarios votaron a favor de los créditos de guerra “con el propósito de saquear, repartir el mundo, adquirir mercados y esclavizar naciones” (Lenin).

En el otro lado: los bolcheviques rusos y otros, como Liebknecht y Luxemburgo en Alemania, que defendieron el llamado a la guerra civil revolucionaria. Esta “Izquierda de Zimmerwald” se convertiría, en 1919, en el núcleo de la Tercer Internacional Comunista. Solo dos años después lideraban a las masas a tomar del poder en Rusia. Esta división entre los socialdemócratas y los comunistas era exactamente similar a su división entre el oportunismo (reformismo sindical) y la política revolucionaria. En ambos casos, la socialdemocracia se desenmascaró como la socia menor del capitalismo.

Los socialdemócratas estaban felices enarbolando consignas aparentemente radicales que ayudaron a los gobernantes a desviar a las masas de la revolución. Y cuando los gobernantes necesitaban movilizar a las masas para la guerra mundial, los socialdemócratas sustituyeron abiertamente el patriotismo por la lucha de clases. Recordemos esto ya que el programa reformista de la nueva superestrella socialdemócrata estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez dice: “Nosotros [los EE. UU] podemos fortalecernos mas… usando nuestras fuerzas armadas solo cuando realmente se necesiten”. La derrota del imperio alemán en 1919 abrió las puertas a la revolución. El Comando Naval Alemán ordenó una batalla final desesperada con la Armada Británica. Los marineros alemanes li deraron revueltas en Wilhelmshaven y Kiel. El descontento civil se extendió y el emperador abdicó. Los líderes del poderoso Partido Socialdemócrata de Alemania (PSA) impidieron el establecimiento del poder de los obreros. Se opusieron a la creación de consejos (soviets) de obreros y soldados como los que los bolcheviques habían creado en Rusia.

En cambio, continuaron su tradición reformista y colaboracionista de clases. Crearon un sistema parlamentario que incluía a los capitalistas alemanes y su ejército.

El nuevo Partido Comunista de Alemania (PCA), inspirado por la Revolución Bolchevique de Octubre, encabezó una huelga general y un levantamiento armado en enero de 1919. Su pe riódico era Die Rote Fahne (“La Bandera Roja”).

Los trabajadores se levantaron en Berlín, Hamburgo, el Ruhr, Baviera y muchas otras partes de Alemania. Fueron reprimidos por matones anticomunistas Freikorps (milicia), en sangrientas batallas callejeras, cumpliendo órdenes de los líderes del PSA. Los principales líderes del PCA fueron asesinados.

El PCA se reagrupó y creció como parte de la Tercera Internacional Comunista. Se convirtió en el partido comunista más grande de Europa. En Alemania, como en todas partes, los socialistas democráticos de la Segunda Internacional lucharon encarnizadamente contra los comunistas de la Tercera Internacional.

La segunda parte de este artículo discutirá los errores mortales del PCA y la 3ª Internacional Comunista. Retrocedieron de la revolución y optaron en cambio por la política electoral y sindical. También buscaron coaliciones con imperialistas capitalistas “menos malos” en un “frente unido contra el fascismo”.

De sus errores hemos aprendido a movilizar a las masas para el comunismo, ahora y siempre.

Primera página de esta edición

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