El 16 de septiembre, la «policía de la moral» iraní detuvo a Mahsa Amini, una mujer kurda de 22 años, por llevar su hiyab (el velo obligatorio para la cabeza) «de forma inapropiada». Fue golpeada sin piedad en la cárcel y entró en coma. Murió dos días después.
Inmediatamente, los manifestantes inundaron las calles en un levantamiento masivo por todo Irán, especialmente en las regiones kurdas, pero zanjando todas las divisiones étnicas.
Noche tras noche, jóvenes, estudiantes, trabajadores y profesores han convertido las calles de más de ochenta ciudades donde rugen batallas campales. Las masas desafían los ataques policiacos, arrestos y asesinatos. Piden el fin del uso obligatorio de hiyab, el derrocamiento del régimen islámico, la muerte de Jamenei (el jefe del Estado) y fin a la opresión sexista y de todo tipo. Las mujeres están asumiendo un papel clave, como lo hicieron durante la revolución de 1979 y desde entonces. Algunas jóvenes se han cortado el cabello de forma desafiante y han quemado sus velos.
La policía del gobierno fascista de Jamenei ha matado a más de cincuenta manifestantes sin importarles la edad o el género. Han herido a muchos más y han detenido a cientos. El gobierno ha cerrado las redes sociales y en algunas ciudades no hay servicio de telefonía móvil.
Sin embargo, las masas siguen lanzando piedras, incendiando coches de la policía y edificios estatales.
Es la protesta más grande en Irán desde 1979. La indignación por la muerte de Mahsa Amini se ha multiplicado en medio de la crisis económica y la represión política. Un presupuesto militar creciente drena los recursos para financiar el segundo ejército más grande (después de Israel) de Oriente Medio. Las masas sufren la creciente inflación y el desempleo, agravados por las sanciones de Estados Unidos y la corrupción del gobierno. Algunos trabajadores llevan meses sin recibir su sueldo.
Los jóvenes están cada vez más desesperados, ya que el gobierno iraní no ha logrado acuerdos energéticos que podrían haber fortalecido la economía capitalista. Las masas están enfurecidas por el creciente abismo económico: la clase dominante iraní vive aún más lujosamente que el odiado Shah que derrocaron en 1979.
Estados Unidos y otros imperialistas quieren encausar a las masas para que luchen por un gobierno pro-estadounidense. El gobierno de Biden aplaude hipócritamente a las mujeres iraníes mientras apoya regímenes opresivos contra mujeres como en Arabia Saudí, Qatar y otros lugares.
¡Abajo la República Islámica y Todos los Capitalistas!
Las masas quieren un cambio fundamental, pero eso no vendrá de la demanda nacionalista de un Kurdistán independiente. Tampoco de la sustitución de la República Islámica por la democracia capitalista secular – opresora también de las mujeres, como vemos hoy en Estados Unidos.
La democracia capitalista es la dictadura de los capitalistas. El capitalismo no importa cómo se vista no puede satisfacer las necesidades de los trabajadores ni acabar con la explotación. La explotación capitalista nos deshumaniza. Esta esclavitud salarial es la base material de todas las ideologías capitalistas venenosas que nos mantienen divididos, explotados, y esclavizados.
Las masas heroicas necesitan la revolución comunista para romper estas cadenas. El principio rector del comunismo es «de cada cual, según su compromiso y capacidad, a cada cual según su necesidad». En una sociedad comunista sin dinero ni intercambio, todos trabajaremos y compartiremos lo que producimos para satisfacer las necesidades de las masas. El comunismo puede acabar con las guerras imperialistas y empezar a revertir la catástrofe medioambiental. Puede superar las divisiones dentro de la clase obrera. Sin fronteras, sin naciones, sin sexismo ni racismo ni odio religioso.
Cuando las masas valientes – especialmente los obreros y soldados- adopten el comunismo, nada podrá detenerlas.
Aprendiendo de la Historia Revolucionaria
Pero aquí está la contradicción: Mucha gente iraní nos informa que la gente de este movimiento, especialmente los jóvenes, sienten mayoritariamente que no quieren estar bajo las banderas de nadie. Ellos, al igual que muchos jóvenes activistas de Estados Unidos y de otros países, son escépticos respecto a los viejos revolucionarios como sus padres. Consideran que los movimientos del siglo 20 metieron las patas.
Tienen razón. A lo largo de la década de 1970, los marxistas iraníes lucharon por orientarse. La Organización de Muyahidines del Pueblo de Irán (PMOI) se dividió cuando una facción marxista renunció al islam, y acabó formando el Peykar.
Irónicamente, un año antes de la revolución del 1979, los líderes del PMOI renunciaron a la lucha armada en favor de la agitación reformista. La minoría, Peykar, que se separó de esto no estaba preparada para desempeñar un papel en la creciente tormenta.
PMOI negoció en secreto con el ayatolá Jomeini y su facción islámico-fascista de los capitalistas iraníes. Formaron un “frente unido” contra el pro estadounidense Shah. Esta estrategia sin principios (pero no sin precedentes) movilizó a masas de trabajadores y jóvenes para derrocar al Shah en 1979.
Inmediatamente, la nueva República Islámica comenzó a arrestar y matar a izquierdistas y a restringir a las mujeres. Aplastó a Peykar, uno de los movimientos más izquierdistas del mundo. Tudeh, el partido comunista prosoviético completamente reformista, apoyó al nuevo régimen.
Pero es un gran error concluir que los partidos comunistas siempre van a traicionar a las masas. Los capitalistas en todas partes son pocos, débiles y, como en Irán hoy, aterrorizados por las masas. Continúan gobernando sobre la clase obrera revolucionaria más grande y poderosa de la historia, porque ellos están organizados y nosotros no. Y porque, sin una lucha masiva organizada por el comunismo, nos controlan ideológicamente.
El Partido Comunista Obrero Internacional (PCOI) ha aprendido grandes lecciones de las tremendas luchas obreras del pasado. Ahora entendemos que debemos luchar directamente por el comunismo, no por reformas o “etapas” como la liberación nacional o el socialismo. Que no hay capitalistas “menos malos”: los frentes unidos con cualquier capitalista son una traición.
En lugar de los viejos partidos compuestos por un número relativamente pequeño de revolucionarios profesionales, el PCOI tiene como objetivo construir un partido de masas. Damos la bienvenida a todos los que estén de acuerdo con el comunismo y estén dispuestos a ayudar. Millones pueden convertirse en líderes de masas.
En medio de la crisis capitalista y guerras en expansión, el camino a seguir es ingresar al PCOI y construir colectivos comunistas para movilizar a las masas para la revolución y la sociedad comunista. Te invitamos a unirte o construir un colectivo PCOI. ¡Lee, escribe para y distribuya nuestro periódico Bandera Roja!