OAKLAND, EE. UU., 8 de marzo: “Aceptarlo o rechazarlo (el contrato colectivo), de cualquier manera volvemos a las mismas aulas en un sistema escolar diseñado para producir amos y esclavos, trabajadores y patrones. Necesitamos más que una huelga. ¡Necesitamos una revolución!”
En la reunión del 2 de marzo, para votar para ratificar la huelga, un compañero fue desde el comienzo al final de la fila de maestros esperando entrar a la reunión para ponerle fin a la huelga. Mientras grupúsculos de falsos comunistas repartían volantes instando a los maestros votar NO, nosotros hablamos de luchar por el comunismo. Docenas de maestros tomaron Bandera Roja y una maestra de kinder nos pidió contactarla después de la huelga.
La huelga comenzó con un rugido, pero terminó con un gemido. Desde el principio, los padres y estudiantes marcharon, piquetearon y alimentaron a los huelguistas. Camiones que pasaban por ahí tocaban su bocina en apoyo y las iglesias abrieron sus puertas para las escuelas de “solidaridad”.
Las demandas de menos niños por aula, no cierre de escuelas, sin recortes de personal y una mejor retención de maestros (es decir, salarios más altos para los maestros peor pagados en el Condado de Alameda) definieron la huelga como una cuestión política al igual que económica.
Estas demandas expresaron una ira colectiva de la comunidad ante las desigualdades racistas en la educación y la vida social. Y la ira era evidente en toda la energía que una gran sección de maestros había mostrado organizando para la huelga.
Sin embargo, todo se vino abajo el séptimo día cuando los líderes sindicales presionaron por un Acuerdo Provisional que reducía un niño la cantidad de niños por aula, por año durante dos años. Además, ponía por solo 5 meses un alto al cierre de escuelas, acordando también recortes de personal y dándoles a los maestros un aumento salarial incapaz de mantenerse a la par con la inflación.
Desmoralizados por estas concesiones, muchos maestros pensaron que ganarían nada prolongando una huelga con lideres traidores. Una escasa mayoría votó para finalizar la huelga.
Pero el lunes 3 de marzo, cuando las escuelas volvieron a abrir, los estudiantes de las preparatorias Oakland High School y Oakland Tech abandonaron sus aulas, marchando a la sede del distrito escolar para protestar contra los recortes, especialmente en el personal de apoyo que trabaja con los estudiantes más afectados por la crisis capitalista.
Nuestro trabajo en la huelga fue modesto, principalmente debido a factores fuera de nuestro control. Pero, hacia el final de la huelga, pudimos ir a la línea de piquetes con Bandera Roja y reunirnos con maestros con quienes seguiremos trabajando durante todo el año escolar.
En Oakland, como en la huelga en Los Ángeles a principios de este año, el reto es ver que esta lucha no es solo una lucha sindical. Los padres, estudiantes y otros empleados de la escuela no solo son partidarios de la lucha de los maestros, sino trabajadores que tienen el potencial de luchar por un cambio revolucionario en la educación y la vida social.
Nuestras pancartas deberían haber reflejado eso. En lugar de decir “Estamos con los maestros y los niños”, deberíamos haber dicho “Estamos con los piqueteros…”, es decir, los maestros, los padres, los ayudantes y los estudiantes.
Seguramente la sociedad que pretendemos construir después de la revolución, será esa combinación amplia de fuerzas (no solo los maestros) la que diseñará un nuevo sistema de educación comunista. Debemos vincular la lucha contra el infierno capitalista racista contra el cual luchamos hoy con el futuro comunista revolucionario que pretendemos construir. ¡La lucha continúa!