Andor: ¿Promueve Disney la Revolución?


La serie de televisión Andor (Disney+) es una precuela de la película de Star Wars, Rogue One. Traza los orígenes de la Rebelión contra el Imperio.

Andor forma parte de una de las franquicias de mayor éxito comercial en la historia de los medios. Sin embargo, es un texto sorprendentemente radical. Explora temas de opresión de clase, explotación laboral, sistemas carcelarios y despertar revolucionario.

Al hablar de la serie con amigos, la mayoría recuerda con entusiasmo los violentos levantamientos y actos de desafío que retrata. Sin embargo, a pesar de su tono radical, Andor sigue siendo una producción de Disney. Opera dentro de los límites ideológicos de un imperio mediático de propiedad capitalista. Esta contradicción plantea importantes preguntas sobre hasta dónde puede llegar una narrativa revolucionaria cuando se filtra a través de intereses corporativos.

A lo largo de sus dos temporadas, Andor presenta una vívida representación de la vida bajo un régimen fascista-capitalista (el Imperio). Muestra el surgimiento gradual de la conciencia de clase entre los oprimidos (los Rebeldes).

La serie rechaza la idea de que la rebelión sea cosa del destino. En cambio, retrata la revolución como una respuesta a las condiciones materiales y el resultado de la educación política. Esta es quizás la mayor fortaleza de Andor: su descripción fundamentada de cómo la gente común comienza a resistir la violencia sistémica.

La serie se aleja del mito tradicional de Star Wars de “elegidos” y héroes proféticos. En cambio, enfatiza la acción colectiva. Andor insiste en que las revoluciones no se construyen sobre salvadores mágicos, sino sobre la lucha acumulada de personas sofocadas por el dominio imperial.

Explora temas centrales de la teoría comunista. Estos incluyen los fracasos del reformismo, el despertar de la conciencia de clase y la tensión entre el idealismo y el materialismo dialéctico.

Sin embargo, Andor tiene limitaciones. En particular, no llega a articular una solución revolucionaria. La serie explica el “por qué” de la rebelión, pero no el “qué viene después”. No hay una visión de una sociedad postimperial. No hay conversación sobre la propiedad colectiva, la gobernanza dirigida por los trabajadores ni la justicia redistributiva. La rebelión se presenta como antiimperialista, pero nada pro concreto. Esta ausencia de un programa positivo hace que la revolución parezca desorientada.

Andor retrata eficazmente la “negación” del Imperio, pero nunca llega a la “negación de la negación”: la creación de una galaxia comunista verdaderamente transformada.

También resulta frustrante que quienes una vez detentaron el poder —y permitieron el auge del Imperio— se encuentren entre los líderes de la rebelión. Andor afirma centrarse en “el pueblo”. Pero la narrativa a menudo se centra en personajes de élite como Mon Mothma y Luthen Rael.

Personajes de clase trabajadora como Brasso y Maarva desempeñan papeles importantes. Sin embargo, las decisiones estratégicas fluyen constantemente de arriba abajo. Esto refuerza un marco liberal en el que la revolución es gestionada por élites ilustradas en lugar de impulsada por la acción de masas y organizadas.

Por último, los temas radicales de la serie se ven inevitablemente diluidos por sus orígenes. Es una historia de lucha antifascista y anticapitalista, producida por Disney, una de las corporaciones capitalistas más poderosas del planeta. Esa contradicción acecha cada fotograma de la serie, limitando su verdadero alcance.

Pero a pesar de todos sus defectos, Andor sigue siendo uno de los materiales más atractivos de Star Wars hasta la fecha. Las conversaciones que he tenido sobre la serie casi siempre involucran conexiones con el capitalismo actual.

Como dijo un amigo, “Andor hace un buen trabajo al desvelar quién mueve los hilos”. Incluso sin un programa revolucionario completamente articulado, la serie revela muchas de las herramientas que los gobiernos usan para dividir, pacificar y controlar a la clase trabajadora.

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