
«Destroza el viejo mundo, construye el nuevo mundo».
Es tiempo que debemos enfrentar la pregunta: ¿Cuándo se volvió revisionista la URSS?
Comprender cuándo y cómo la Unión Soviética se volvió revisionista es vital para la lucha actual. Solo aprendiendo de esta historia podemos asegurar que el Partido Comunista Obrero Internacional nunca repita esos errores — y continúe la lucha directamente por el comunismo, sin ilusiones sobre el socialismo, la democracia o las alianzas con la clase capitalista.
También es vital comprender que el comunismo no es el revisionismo soviético. Esto es especialmente importante en Europa, donde muchos, incluso dentro de la izquierda, creen que el comunismo se puso a prueba en la URSS y fracasó.
El número más reciente de Bandera Roja dice: “Pero la historia ha demostrado que fueron los comunistas de la vieja Unión Soviética, bajo la dirección de Stalin, quienes derrotaron a las hordas fascistas de Hitler, desmembrando así el fascismo europeo.”
Hay serios problemas con esta afirmación. Supone que el Ejército Rojo de 1939 era un ejército de comunistas. Sin embargo, para 1944–45 ese mismo ejército estaba instalando regímenes abiertamente revisionistas en toda Europa del Este. Ambas cosas no pueden ser ciertas. La realidad es que la Unión Soviética ya se había vuelto revisionista en la década de 1930 y, para 1939, ya no era comunista en ningún sentido.
Este es un hecho difícil. Significa que millones murieron en la 2ª Guerra Mundial, no para construir el comunismo sino para expandir un imperio capitalista de Estado. Los gobernantes soviéticos abandonaron los principios revolucionarios y los reemplazaron por el nacionalismo, la obediencia a la jerarquía y la competencia entre imperialistas. Lo que pareció un triunfo del socialismo fue en realidad el ascenso del socialimperialismo — el imperialismo envuelto en banderas rojas.
El punto de inflexión llegó a comienzos de los años treinta, tras el ascenso de Hitler al poder y la destrucción del Partido Comunista Alemán (KPD), entonces el más grande de Europa. En lugar de analizar esa derrota y corregir los errores revolucionarios, los dirigentes soviéticos giraron bruscamente hacia la derecha. Eligieron alianzas con capitalistas y socialdemócratas “antifascistas” en lugar de movilizar a la clase obrera por el comunismo.
La adopción por la Comintern en 1935 del Frente Unido contra el Fascismo selló este viraje. La lucha por el comunismo fue reemplazada por una campaña por la “democracia”. En la práctica, esto significó alianzas con los mismos traidores socialdemócratas que habían traicionado al movimiento obrero. En EE.UU., significó apoyar el New Deal de Roosevelt. En Francia, unirse al Frente Popular. En España, respaldar a los republicanos burgueses en lugar de luchar por el poder obrero.
Peor aún, la Unión Soviética se alió con las propias potencias imperialistas: primero con las “democracias” occidentales, luego con la Alemania fascista a través del Pacto Nazi-Soviético de 1939, y más tarde con los Aliados occidentales tras la invasión de Hitler. Estas maniobras demostraron el abandono total del internacionalismo proletario en favor del interés nacional y la rivalidad imperialista.
Dentro de la Unión Soviética, el revisionismo transformó la vida cotidiana. El aborto y la homosexualidad fueron prohibidos. El divorcio se volvió difícil. Regresaron los rangos y medallas militares. La educación marxista revolucionaria fue reemplazada por una enseñanza rígida al estilo prusiano, con exámenes, calificaciones y segregación por edad y género.
Esto no era comunismo y no es por lo que estamos luchando. Debemos dejar esto claro.
—Camarada en Canadá
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“La Historia De La Revolución Bolchevique De 1917”
