Las Nuevas Guerras del Opio:

Un Ataque Mundial Contra los Trabajadores aquí ♦ Acabar con la Drogadicción Requiere una Sociedad Basada en la Colectividad y la Conexión Humana aquí ♦

Un Ataque Mundial Contra los Trabajadores

Los gobernantes capitalistas de hoy libran una guerra global contra las drogas, no contra las drogas en sí, sino contra la clase trabajadora. Desde Sudáfrica hasta Estados Unidos, pasando por Ecuador y más allá, utilizan la adicción como arma política para pacificar, dividir y destruir a la juventud desempleada y resentida antes de que pueda rebelarse.

Esto no es nuevo. La táctica se remonta al siglo XVIII, cuando China lideraba el mundo en manufactura y comercio. Gran Bretaña, incapaz de competir, encontró otra forma de conquistar: el opio. En el siglo XIX, los comerciantes y buques de guerra británicos inundaron China con opio, agotando sus reservas de plata, devastando comunidades, debilitando a trabajadores y soldados, y truncando el desarrollo de una civilización naciente.

Las Guerras del Opio no se trataban solo de comercio, sino de dominación. Un imperio drogó a los trabajadores industriales y soldados de otro para someterlos.

La Adicción como Control: El Modelo Imperial

El Imperio Británico utilizó el opio para equilibrar el comercio y mantener a China dependiente. Estados Unidos adoptó posteriormente la misma fórmula imperial.

Cuando las agencias estadounidenses inundaron los barrios negros con crack en la década de 1980, no fue casualidad: fue control social. La misma lógica racista moldeó la política estadounidense en Latinoamérica, donde los corredores de la droga se convirtieron en herramientas de dominación militar y política. Incluso los soldados estadounidenses en Vietnam fueron mantenidos adormecidos y prescindibles mediante el flujo de heroína que los seguía hasta sus hogares.

Cada imperio inventa su propia versión del opio. La función permanece constante: destruir la resistencia potencial, mantener dóciles a los explotados y lucrarse con su sufrimiento.

El Nacionalismo como El Nuevo Opio

Dos siglos después, los gobernantes de China están reviviendo la memoria de ese trauma, no para resistir el imperialismo, sino para reproducirlo. El gobierno de Xi Jinping ha convertido la memoria de las Guerras del Opio en un culto nacional de humillación y venganza. Las estatuas de Lin Zexu, el funcionario Qing que luchó contra el contrabando de opio, ahora sirven como iconos de obediencia al Estado capitalista.

El mensaje es claro: obedecer, unirse y prepararse para defender la patria. Pero esto no es liberación. Es un reflejo del imperialismo que una vez devastó China, ahora envuelto en banderas rojas y lemas patrióticos.

Hoy, la clase dirigente china vende una droga distinta: no opio ni fentanilo, sino nacionalismo. La indignación se vuelve adictiva; la lealtad, un narcótico. La élite capitalista del Partido predica “jamás olvidar la humillación nacional” mientras controla talleres clandestinos, multimillonarios y la censura. El legado de Lin Zexu se reformula como propaganda para silenciar a trabajadores, migrantes y disidentes.

La lógica es la misma que impusieron los británicos: lucro, jerarquía y explotación. La única diferencia es la bandera.

Perro Come Perro: La Guerra Sin Fin del Capitalismo

Los imperios caen, pero el sistema permanece. El imperio británico dio paso a la hegemonía estadounidense; ahora, el dominio de Estados Unidos se ve desafiado por el imperialismo chino. Los nombres cambian, pero el campo de batalla global del capitalismo sigue siendo el mismo. Naciones, corporaciones y élites compiten por mercados, recursos y mano de obra, mientras que los trabajadores de todo el mundo pagan las consecuencias.

Así como Gran Bretaña inundó China con opio para debilitar a un rival, Estados Unidos ahora oculta sus propios crímenes imperialistas tras una “guerra contra las drogas”. Misiles estadounidenses atacan pequeñas embarcaciones frente a las costas de Venezuela, alegando que su objetivo son los “narcoterroristas”, aunque no existe evidencia creíble. El verdadero objetivo es el control, no la moralidad.

Esto no es un choque de civilizaciones. Es un choque de poderes capitalistas. Cada imperio promete libertad del anterior y termina esclavizando a las mismas personas: los trabajadores. El problema no es quién gana. Es el juego en sí.

La Lección de las Guerras del Opio

Cuando el gobierno de Xi insta al pueblo a “no olvidar jamás la humillación nacional”, podemos estar de acuerdo, pero no en sus términos. Debemos recordar cómo los imperios, antiguos y nuevos, se lucran con la miseria, instrumentalizan la adicción y el nacionalismo, y enfrentan a los trabajadores entre sí.

La solución no es reemplazar un imperio por otro, sino acabar con el sistema que los engendra: el sistema que trata la vida de los trabajadores como meras herramientas desechables para obtener ganancias.

El comunismo ofrece lo que ningún imperio capitalista puede: un mundo sin explotación, consumismo ni conquista. El poder internacional de la clase trabajadora puede acabar con toda adicción, no solo al opio y al petróleo, sino también al dinero, la competencia y la dominación.

Solo entonces cerraremos el capítulo que comenzó con las cañoneras británicas y que continúa hoy con las guerras comerciales, las crisis de drogas y las guerras subsidiarias. Hasta entonces, la humanidad seguirá intoxicada por el mismo veneno: el capitalismo. Pero el antídoto está en camino.

Acabar con la Drogadicción Requiere una Sociedad Basada en la Colectividad y la Conexión Humana

Tras la Revolución China de 1949, una de las crisis más devastadoras a las que se enfrentó el nuevo gobierno fue la adicción masiva al opio. Generaciones enteras habían sufrido las consecuencias del tráfico de opio. Había setenta millones de adictos. Sin embargo, en tan solo cinco años, las masas chinas, lideradas por el Partido Comunista Chino, lograron lo que muchos consideraban imposible: la erradicación casi total del consumo de opio.

La adicción había prosperado bajo las condiciones de explotación imperialista. El Estado revolucionario luchó, al menos en sus primeros años, por anteponer el bienestar colectivo al lucro. Las masas se unieron a la lucha. Se eliminó la base material de la adicción.

La campaña se inspiró en los ideales comunistas para acabar con la adicción al opio como parte de la construcción de una sociedad que satisficiera las necesidades de las masas. Los adictos no fueron tratados como delincuentes, sino como víctimas de la explotación imperialista. Se les ofreció desintoxicación médica, apoyo, oportunidades laborales y, sobre todo, un sentido de propósito social. En lugar de cultivar amapolas para obtener opio y dinero, se animó a los agricultores a cultivar alimentos nutritivos. Los traficantes y distribuidores se enfrentaban a consecuencias legales, pero el principio rector era acabar con la adicción, no castigarla.

Esto fue posible gracias a la voluntad y el esfuerzo colectivos. Tras años de lucha por la revolución, las masas comprendieron que su liberación requería liberarse a sí mismas o a sus familiares de la adicción al opio. Se animaba a las familias a ayudar a sus parientes adictos.

Esto contrasta con nuestra crisis actual: la adicción se fragmenta en dolor individual, impulsando el consumo de drogas lucrativas y la creación de “máquinas de dopamina” digitales. La medicina capitalista trata los síntomas mientras los capitalistas continúan explotándonos y atacándonos. Para acabar con la adicción, necesitamos una revolución que, esta vez, destruya el capitalismo y construya el comunismo, que ponga fin a toda explotación y satisfaga las necesidades de las masas.

El capitalismo fomenta la desconexión. No podemos “tratar” la adicción aislándola de sus raíces. La liberación exige transformar el sistema capitalista que genera la adicción. Nuestra tarea es sustituir el deseo por la conexión, el lucro por el propósito y el capitalismo por el comunismo.

Lee Nuestro Folleto:

“Movilizar a las Masas para el Comunismo”

Para Explicar Cómo China Acabó Siendo Capitalista

Aquí

Primera página de esta edición