El Capitalismo Declara La Guerra a Los Trabajadores, El Comunismo Erradicará Las Drogas

Acabar con la Drogadicción aquí ♦ Carta: Entre el Martillo y la Roca aquí ♦


¡Guerra contra las drogas! ¡Es una guerra contra nosotros!

Acabar con la Drogadicción Requiere una Sociedad Basada en la Colectividad y la Conexión Humana

Tras la Revolución China de 1949, una de las crisis más devastadoras a las que se enfrentó el nuevo gobierno fue la adicción masiva al opio. Generaciones enteras habían sufrido las consecuencias del tráfico de opio. Había setenta millones de adictos. Sin embargo, en tan solo cinco años, las masas chinas, lideradas por el Partido Comunista Chino, lograron lo que muchos consideraban imposible: la erradicación casi total del consumo de opio.

La adicción había prosperado bajo las condiciones de explotación imperialista. El Estado revolucionario luchó, al menos en sus primeros años, por anteponer el bienestar colectivo al lucro. Las masas se unieron a la lucha. Se eliminó la base material de la adicción.

La campaña se inspiró en los ideales comunistas para acabar con la adicción al opio como parte de la construcción de una sociedad que satisficiera las necesidades de las masas. Los adictos no fueron tratados como delincuentes, sino como víctimas de la explotación imperialista. Se les ofreció desintoxicación médica, apoyo, oportunidades laborales y, sobre todo, un sentido de propósito social. En lugar de cultivar amapolas para obtener opio y dinero, se animó a los agricultores a cultivar alimentos nutritivos. Los traficantes y distribuidores se enfrentaban a consecuencias legales, pero el principio rector era acabar con la adicción, no castigarla.

Esto fue posible gracias a la voluntad y el esfuerzo colectivos. Tras años de lucha por la revolución, las masas comprendieron que su liberación requería liberarse a sí mismas o a sus familiares de la adicción al opio. Se animaba a las familias a ayudar a sus parientes adictos.

Esto contrasta con nuestra crisis actual: la adicción se fragmenta en dolor individual, impulsando el consumo de drogas lucrativas y la creación de “máquinas de dopamina” digitales. La medicina capitalista trata los síntomas mientras los capitalistas continúan explotándonos y atacándonos. Para acabar con la adicción, necesitamos una revolución que, esta vez, destruya el capitalismo y construya el comunismo, que ponga fin a toda explotación y satisfaga las necesidades de las masas.

El capitalismo fomenta la desconexión. No podemos “tratar” la adicción aislándola de sus raíces. La liberación exige transformar el sistema capitalista que genera la adicción. Nuestra tarea es sustituir el deseo por la conexión, el lucro por el propósito y el capitalismo por el comunismo.

La Lección de China nos enseña que cuando las masas trabajan para crear una sistema basado en la colectividad y las conexiones humanas y reemplazan el sistema basado en las ganancias y el dinero, las masas pueden y lograrán superar incluso las epidemias más arraigadas.

Lee Nuestro Folleto:

“Movilizar a las Masas para el Comunismo”

Para Explicar Cómo China Acabó Siendo Capitalista

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Carta: Los Ángeles: Entre el Martillo y la Roca

Mamá, ¿por qué hay un osito de peluche y globos en la esquina? ¿Qué dice el letrero?”

Era principios de los años 80. Las vecindades donde vivía y donde enseñaba estaban asolados por las drogas, las pandillas y el Departamento de Policía de Los Ángeles. El altar de nuestra esquina conmemoraba a una de las muchas jóvenes víctimas, en su mayoría adolescentes negros, de aquel ataque genocida.

Sus abuelos formaron parte de una migración de trabajadores negros durante la 2ª Guerra Mundial. Vivían en Watts y otros barrios segregados y trabajaban en fábricas de acero, neumáticos y de auto.

Sus padres pertenecían a la generación de los 60 que luchó contra la segregación, el racismo y la guerra imperialista. El potencial revolucionario de los trabajadores y jóvenes negros sacudió el imperialismo estadounidense hasta sus cimientos. Y el imperio contraatacó.

La economía estadounidense decayó tras la derrota estadounidense en Vietnam. El embargo petrolero de la OPEP de 1973 reveló su debilidad. Las fábricas comenzaron a cerrar. A partir de la década de 1970, alcanzando su punto máximo en la década de 1990 y continuando hasta la actualidad, la clase dominante estadounidense desarrolló una estrategia genocida: inundar los barrios negros segregados con drogas, especialmente crack.

El crack era relativamente barato y altamente adictivo. Permitió a los patrones estadounidenses destruir a miles de trabajadores negros y de otras razas al engancharlos a las drogas. Expuso a la gente al arresto y al terror policial. Justificó el crecimiento de un gigantesco complejo industrial penitenciario.

Los jóvenes, privados de un futuro, recurrieron a las pandillas y a las drogas. El número de hombres negros asesinados se duplicó. Los políticos aprobaron leyes intencionadamente racistas, como la ley federal de 1986, que establecía penas cien veces más severas por posesión de crack que por la cocaína en polvo, más cara. A principios de la década de 1970, había 360.000 presos en prisiones estatales y federales. Esa cifra aumentó a más de un millón y medio para 2009.

Enseñé y organicé para el comunismo en una comunidad atrapada, como escribió Mike Davis, «entre el martillo y la roca». Muchos jóvenes sufrieron las consecuencias de esta guerra. Chris, un estudiante de honor cuyo padre había sido evacuado de Vietnam, fue asesinado en un tiroteo desde un puesto de hamburguesas. Héctor, un inmigrante colombiano, se vio envuelto en el negocio familiar del narcotráfico y pasó décadas en prisión. Darrel, quien luchó contra el Ku Klux Klan con nuestros camaradas en 1992, fue asesinado en la licorería de la esquina. “El Chulada de Morro”, Carlitos, quien marchó el Primero de Mayo y se enfrentó a una pandilla el lunes, fue asesinado por rivales en la guerra contra las drogas.

Boris, quien escapó de la tentación de las drogas y las pandillas, se unió a Héctor y otros para marchar el Primero de Mayo. Casey, María, Douglas, Alonda, Axel y Sylvia comprendieron lo que estaba en juego y lucharon por un mundo comunista. Andy, quien se hizo comunista, se unió al ejército para organizar a los soldados. Inspiró a sus camaradas a hacer lo mismo. Sigue siendo organizador del partido.

A medida que el imperio estadounidense se desmorona, la desesperación se extiende. Y con ella la resistencia. Los sobrevivientes de estas guerras se unen a los jóvenes de hoy en las calles. Se manifiestan contra las redadas de la Migra, protestan contra el genocidio en Gaza y buscan respuestas. Muchos le dan la bienvenida a Bandera Roja. Ellos son el futuro.

Jubilada del aula, pero no de la lucha de clases.

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