Alfonso Natella trabajó en las fábricas de Fiat en Turín durante el Otoño Ardiente de 1969. Migrantes del sur de Italia como él convirtieron estas fábricas en calderas de rebelión. La novela Queremos Todo cuenta su historia.
El personaje basado en Natella da un discurso emocionante al final. En parte decía:
Decimos no a las reformas por las cuales quieren que luchemos los sindicatos y el (mal llamado) partido comunista. Porque entendemos que esas reformas sólo mejoran el sistema con el que los patrones nos explotan. ¿Por qué debe importarnos seguir siendo explotados más, con unos pocos apartamentos más, unas cuantas medicinas más y unos cuantos niños más en la escuela? Todo esto sólo avanza al Estado, avanza el interés [de los capitalistas]… Nuestros objetivos, los intereses de la clase obrera, son el enemigo mortal del capital y sus intereses.
Comenzamos esta gran lucha exigiendo más dinero y menos trabajo… Y ahora debemos pasar de la lucha por salarios a la lucha por el poder.
Camaradas, rechacemos el trabajo [explotador]. Queremos todo el poder; queremos toda la riqueza. Será una lucha prolongada, de años, con éxitos y contratiempos, con derrotas y avances. Pero esta es la lucha que tenemos que iniciar ahora, una lucha violenta hasta el final. Debemos luchar para acabar con el trabajo [explotador]. Debemos luchar por la destrucción violenta del capital. Debemos luchar contra un Estado fundado en la [explotación]. Nosotros decimos: sí a la violencia de la clase obrera.
Palabras como estas se repitieron muchas veces durante el Otoño Ardiente en las asambleas obreras dentro de las plantas y juntamente con estudiantes radicales en bodegas cerca de las fábricas. Se dijeron en las marchas diarias que entrecruzaban las ciudades de Turín y Milán. Se distribuyeron alrededor de los bloqueos de carreteras que obreros de cientos de fábricas y miles de estudiantes erigieron y lucharon por proteger.
Insurrección Afuera de las Plantas…
El centro de la lucha era la fábrica Mirafiora Fiat de 150,000 obreros en la ciudad norteña de Turín. Pero no se estancó allí y avanzó mucho más allá incluso de otras plantas industriales.
La primera insurrección se produjo en el barrio que rodea las plantas de automóviles. Decenas de miles de obreros del sur del país fueron obligados a vivir en esta zona decrepita, si tenían hogar alguno. En julio de 1969, los obreros migrantes de Fiat convirtieron una manifestación sindical común por viviendas en una batalla campal callejera contra la policía.
Durante la insurrección, grupos de obreros-estudiantiles publicaron volantes que dijeron que la renta era un robo al salario. En el comunismo, no habrá salarios ni rentas. Se les proporcionará vivienda a todos. Colectivamente acabaremos con viviendas segregadas. Los migrantes del sur de Italia nunca estarán separados de los trabajadores del norte de Italia, ni los obreros negros de los obreros latinos y ambos de los trabajadores blancos en los Estados Unidos. No más caseros racistas explotadores que se lucran de los superexplotados en Turín o en Detroit. Tan pronto como sea posible, reemplazaremos los barrios bajos con viviendas colectivas.
Insurrecciones más grandes estaban por seguir. L’Unita ‘comenzó a llamarlo el Otoño Ardiente en referencia “el largo verano ardiente” de las rebeliones urbanas en los Estados Unidos.
…E Insurrección Dentro de Ellas
Los obreros llamaron a las fábricas su Vietnam. Carteles políticos fueron pegados fuera y dentro de las fábricas, imitando conscientemente los carteles de pared de la Revolución Cultural China. Los delegados sindicales fueron ignorados; las reuniones masivas tomaban las decisiones.
Durante meses, un promedio diario 300,000 obreros se rebelaron. Los superexplotados migrantes sureños encabezaron las marchas continuas por las plantas. Los “pañuelos rojos” (nombrados por las máscaras usadas por el pelotón castigador) golpearon a los odiados supervisores de línea o los encadenaron a las barandillas. Los rebeldes cerraban una línea y luego marchaban por la fábrica. Otras líneas les seguirían hasta que la producción se paralizaba. Entonces los obreros se quedarían en las plantas para reunirse.
El partido comunista y los sindicatos llamaron a estas coordinadas huelgas rebeldes “ilegales y no sindicalistas”. Pero los estudiantes y los combatientes obreros tomaban las decisiones. Tildaron a los sindicatos (y sus partidarios en el partido) “guardaespaldas del capitalismo”.
La prensa histérica capitalista vociferaba que Milán y Turín se habían convertido en “zonas de guerra”. Las calles resonaron con consignas como “El estado patronal es para destruirlo no reformarlo” y “¿Qué queremos? ¡Todo! ¿Cuándo lo queremos? ¡Ahora!”
La represión gubernamental era brutal y el sabotaje de los sindicatos dirigidos por los pseudo-comunistas era constante. Por el otro lado, nueve millones de migrantes sureños estaban abiertos a una alternativa comunista al callejón sin salida del reformismo combativo. Muchos otros seguirían su ejemplo.
De la Insurrección a la Revolución Comunista
La situación estaba madura para un partido como el PCOI. Millones hubieran acogido un periódico como Bandera Roja que enfoca soluciones comunistas. Los llamados a la violencia obrera se centrarían en la revolución comunista, no sólo en torno a las demandas inmediatas de la rebelión.
Las reuniones masivas podrían haber discutido no sólo los planes para la próxima rebelión (tan esencial eso era), sino también cómo funcionaría el comunismo. Explicaría que los centros comunistas de producción se centrarían en el trabajo colectivo para satisfacer las necesidades de todos. El trabajo mental y manual estarán juntos. Los migrantes ya no harían solamente las tareas más duras y de más baja categoría. Ya no habría trabajadores migrantes o inmigrantes, sino solamente trabajadores. Esto se aplicaría a toda la sociedad.
Las asambleas pudieron haber armado a la clase obrera con un claro entendimiento de su meta: movilizar a las masas para el comunismo. Para empezar, estos obreros industriales del norte hubieron encontrado camaradas entre sus amigos y familiares en el sur: muchos de los cuales estaban literalmente muriéndose de hambre.
Hoy día vemos las luchas antirracistas similares de heroicas en todo el mundo. Muchos ya no son simplemente víctimas de la crisis patronal. Nuevos combatientes tienen el potencial de convertirse en arquitectos de la historia. Únete al PCOI. ¡Hagamos realidad ese potencial!