Han pasado 100 años desde la revolución rusa, donde la clase obrera tomó las armas contra sus capitalistas y su imperio zarista gobernado por la familia Romanov. Los trabajadores lo hicieron porque estaban hartos de sus condiciones de vida y del sistema social que existía. La revolución rusa fue dirigida por Vladimir Lenin y los bolcheviques, dando como resultado la formación de la Unión Soviética, que también colapsó en 1991. La revolución fue un gran éxito, pero también produjo fallas de las que todavía estamos aprendiendo.
La revolución nos enseña muchas lecciones; una de ellas es que no podemos llegar al comunismo pasando por cierta etapa (que en ese momento era el socialismo). Debemos luchar por el comunismo directamente. También nos enseña que debemos luchar por el comunismo a nivel internacional porque no vivimos aislados y la clase trabajadora en todo el mundo sufre del mismo sistema capitalista. En tercer lugar, nos enseña que si los medios de producción están en manos de un Estado socialista, no llegaremos al comunismo porque el Estado socialista también obliga a las masas a someterse a un sistema salarial. También sucede que los funcionarios del gobierno socialista se vuelvan la clase alta (la clase dominante).
Con esto dicho, entendiendo la necesidad de movilizar para el comunismo, vemos que en Zimbabwe los gobernantes se están peleando entre para ver quién explotará a los trabajadores de Zimbabwe.
Hace un mes, el presidente con más tiempo fungiendo como tal en el mundo, Robert Gabriel Mugabe, despidió a su vicepresidente Emmerson Dambudzo Mnangagwa, a quien quería reemplazar con su esposa Grace. Esta medida dio como resultado que Mnangagwa convenciera a los militares que movilizaran a las masas para unirse a una protesta anti Mugabe, exigiéndole al presidente renunciar y dejar que el ex vicepresidente (Sr. Mnangagwa) sea el presidente interino hasta las elecciones del próximo año.
Este plan funcionó perfectamente ya que el presidente finalmente renunció esta semana antes de ser procesado por el parlamento. Esto marcó el final de la dictadura de Mugabe, que fue presidente por 37 años. Lo que las masas de Zimbabwe y aquellos que opinan como estas que Zimbabwe estará mejor necesitan ver que los funcionarios gubernamentales son solo agentes que implementan el mandato de sus amos (las élites capitalistas). Cualquier cambio de funcionarios gubernamentales no beneficiará a la clase obrera. Es solo un cambio de poder de un amo a otro.
Se puede argumentar que desde que Mugabe se convirtiera en el presidente de Zimbabwe, el país se ha independizado del liderazgo extranjero. Pero es de conocimiento público que las minas de diamantes de Zimbabue han sido controladas por los imperialistas chinos, quienes han reemplazado el colonialismo británico.
Las sanciones impuestas por la ONU a Zimbabwe convirtieron a Sudáfrica en el principal productor de recursos minerales en la región meridional de África. Mnangagwa promete una transformación que creará oportunidades de empleo, pero en realidad, más empleos significan que más trabajadores serán explotados. Este cambio de gobierno es una amenaza para a los dueños de las minas sudafricanas o una expansión de su imperio y cualquiera de estos significa que en vez que las cosas se mejoren, empeorarán. La caída de Gadafi nos da una gran lección; las cosas no mejoraron en Libia, al contrario empeoraron.
Esto solo significa una cosa: ningún gobierno representará jamás las necesidades de las masas. Hasta que los medios de producción sean propiedad de la clase trabajadora y estén bajo su control para satisfacer sus necesidades, solo entonces la clase trabajadora dejará de sufrir. Dado que los patrones no entregarán el poder pacíficamente, eso solo se logrará mediante una revolución internacional dirigida por el PCOI.
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