LOS ÁNGELES (EE.UU.) —- Un joven camarada estaba tan enojado con el bombardeo constante de comentarios anti-mujer de parte de sus compañeros de trabajo que le dio un puñetazo a uno de ellos.
Una camarada docente no sabía qué hacer cuando supo que un estudiante había texteado abusos sexistas a dos compañeras de clase. Lo bloquearon y él abandonó la clase.
Cinco camaradas estaban amontonados en un auto, yendo a distribuir Bandera Roja. Un joven estiro el brazo y tocó a una camarada joven, sin invitación. Una mujer mayor lo reprendió: “¡Mantén tus manos quietas!”
La campaña #MeToo ha dramatizado la medida en que prácticamente todas las mujeres (y muchos hombres) han sufrido acoso sexista e incluso asalto.
Es suficientemente malo cuando hombres ricos y poderosos en la política, Silicon Valley o Hollywood violan y agreden a mujeres que tratan de conseguir un empleo. Al igual que sus hermanas de clase que trabajan en hoteles, restaurantes o fábricas, estas mujeres son presas de la esclavitud asalariada (véase la página 2).
En cierto modo, es aún peor cuando hombres de la clase obrera, actuando de acuerdo a la ideología sexista de los capitalistas, hostigan o asaltan a sus hermanas. Una clase obrera dividida por el sexismo no puede liberarse del capitalismo. No puede construir la sociedad comunista que necesitamos.
El sexismo ha sido un pilar de la sociedad de clases desde que esta surgiera hace menos de diez mil años. Creció gradualmente, durante miles de años. Entonces, comenzando hace unos siglos, el crecimiento explosivo del capitalismo extendió la explotación más brutal en todo el mundo, y con ella, la peor y más omnipresente opresión de las masas de mujeres.
El capitalismo convirtió al mundo en un mercado gigante. Todo, especialmente la fuerza laboral de los trabajadores, se convirtió en una mercancía. Su objetivo, la acumulación de capital (dinero), no tiene límite. Estas relaciones sociales de producción se traducen en “agarra lo que puedas”. Conforman nuestras relaciones sociales de mil maneras. La mercantilización de las mujeres y la perpetuación de la cultura de la violación son inseparables del capitalismo.
En el comunismo, nada será producido como mercancía. Nadie será tratado como tal. Nuestro objetivo de trabajar colectivamente para el bien común nos exige respetar y valorar las necesidades y contribuciones de cada camarada. Nadie será explotado, mucho menos superexplotado como lo son hoy día las trabajadoras (especialmente las mujeres de piel oscura e inmigrantes).
La sociedad comunista nos permitirá finalmente terminar con el sexismo. Pero eso no sucederá automáticamente. Requerirá una dura lucha política, comenzando ahora.
En las tres anécdotas anteriores, los camaradas intentaron luchar contra el sexismo. Pero, ninguna señala el camino hacia una lucha comunista contra el sexismo.
Nuestro partido necesita desarrollar nuestra línea para mostrar mejor cómo el comunismo puede terminar con el sexismo. Estamos trabajando para comprender y superar los obstáculos para reclutar a más mujeres y desarrollarlas como líderes comunistas. Pero también debemos luchar más arduamente para librar luchas de clases comunistas contra el sexismo, especialmente en nuestras principales concentraciones.
Trabajadores del Tránsito de Los Ángeles: Movilicen para el Comunismo, Intensifiquen la Lucha Contra el Sexismo
Un buen lugar para comenzar es nuestro trabajo entre los trabajadores del tránsito de MTA en Los Ángeles, donde tenemos una colectiva del Partido y una distribución masiva de Bandera Roja. Muchos de los cientos de lectores regulares de Bandera Roja son mujeres. Algunas nos han contado de mujeres que ellas conocen que han sido agredidas sexualmente en los locales de MTA.
MTA tiene una campaña de relaciones públicas “Está Fuera de Limites “que alienta a los pasajeros denunciar cualquier acoso sexual. Pero cuando sus trabajadores son acosados (por un supervisor u otro compañero de trabajo), MTA generalmente acalla las cosas con acuerdos de “no divulgación”, al igual que los peces gordos de Hollywood.
Una Vez, una compañera que distribuía Bandera Roja en MTA vio a tres de estos trabajadores (dos hombres y una mujer) caminando hacia el garaje. Un hombre se retrazó y luego le tocó el trasero a la mujer. Todos siguieron caminando sin tomar Bandera Roja. La camarada, sorprendida, no supo qué hacer. Necesitamos encontrar formas comunistas para responder a ataques comunes como estos.
En otra base de MTA, un supervisor vio a una compañera distribuyendo Bandera Roja. Se burlo de un obrero casado que trabaja allí, diciéndole: “¡Oye, tu novia está afuera!”. Otros lo oyeron, pero lo ignoraron diciendo: “De todos modos, todos odian a ese tipo”.
Este colectivo del Partido en MTA (originalmente todos hombres) ha luchado fuertemente contra el sexismo de un compañero de trabajo. Recientemente reclutó a una obrera. Respondiendo a este incidente con un volante comunista habría sido una excelente manera de presentar una línea comunista sobre el sexismo, desenmascarándolo como un arma capitalista y llamando a los trabajadores a movilizarse para el comunismo.
El sexismo omnipresente, pernicioso y violento caracteriza al capitalismo. Se empeora a medida que el imperialismo de Estados Unidos va en picada hacia un fascismo más descarado en medio de su declive y decadencia. Las revelaciones sexistas de hoy día son parte del conflicto agudizante entre los capitalistas mientras lidian sobre cómo responder a su declive preparándose para la guerra.
Pero la campaña #MeToo también crea muchas oportunidades para agudizar y ampliar la lucha de clases comunista contra el sexismo. Instamos a los camaradas de todas partes a compartir sus experiencias.