«General tu tanque es un vehículo potente…. solo tiene un defecto: necesita un conductor”
Los capitalistas temen a la guerra y debieran. No importa que su sistema no conozca el fin del pillaje y la destrucción. No importa que haya resuelto temporalmente sus principales contradicciones a través de dos guerras mundiales. Los capitalistas temen la guerra porque prepara jóvenes trabajadores, entrena a estos conscriptos como soldados y pone armas en sus manos.
Muchos saben que la Primera Guerra Mundial terminó cuando los obreros y soldados tomaron el poder en Rusia y construyeron la Unión Soviética socialista. Del mismo modo, como resultado de la Segunda Guerra Mundial, los obreros y campesinos chinos pudieron tomar el poder, expulsar a todos los explotadores imperialistas y empezar a construir una sociedad socialista.
Lo que se entiende menos es que estas revoluciones no fueron incidentes aislados, sino más bien las expresiones más organizadas de un internacionalismo revolucionario que infectó al mundo entero. Hemos escrito antes sobre el motín naval indio al final de la Segunda Guerra Mundial. Liderado por marineros sikh, musulmanes e hindúes, este motín marcó el comienzo del fin del Imperio Británico. Entre otras demandas, ¡exigía que las tropas indias fueran retiradas de Indonesia!
¿Qué hacían las tropas indias en Indonesia? Resulta que eran parte del ejército británico que invadió Indonesia para desarmar a los japoneses. Ese fue el mandato entregado a los británicos. Sin embargo, ese no era el de ellos. Planeaban desarmar a los japoneses y entregarles de nuevo a Indonesia a los holandeses.
Fue un plan que desencadenó la furia de los, en gran parte desorganizados, jóvenes y trabajadores indonesios. Incluso antes de que los británicos llegaran, trabajando en grupos étnicos o religiosos locales, habían tomado posesión de oficinas, minas, plantaciones, ferrocarriles y estaciones de radio de los japoneses. Las tropas británicas llegaron el 29 de septiembre de 1945. El primer soldado fue asesinado el 11 de octubre.
¡Voltear las armas!
A medida que la resistencia crecía, los británicos se dieron cuenta de que necesitaban la ayuda de las tropas japonesas para acabar con la rebelión. En vez de desarmarlos, los reclutaron. Pero unos 200 desertaron al campo indonesio. En esto, los soldados japoneses seguían el ejemplo de cerca de 600 tropas indias.
Rechazando participar en lo que se convirtió en una sangrienta masacre en la ciudad de Surabaya, una unidad paracaidista británica organizó huelga de brazos caídos y tuvo que ser enviada a casa. Otro grupo de soldados británicos publicó un periódico de resistencia en Yakarta. Algunas tropas australianas entregaron sus armas a los rebeldes indonesios, en su mayoría desarmados.
Los estibadores australianos y los marineros se negaron llevar tropas o municiones a la zona de guerra en una huelga política que afectó a unos 500 barcos. Estibadores indios fueron traídos para romper la huelga, pero ellos también se unieron rápidamente a ella. Las donaciones para apoyar a los huelguistas se llevaron a cabo a bordo de buques de guerra británicos en el puerto de Sydney con una delegación elegida para entregar el dinero a sus hermanos indios, poniendo de cabeza 200 años de ocupación colonial.
En Holanda, la ira generalizada contra el plan de su gobierno de colonizar a Indonesia se extendió entre los soldados holandeses. Organizaron una manifestación masiva en Ámsterdam, seguida de una huelga general de dos días.
Varios días después, soldados del campo de Harderwijk, cerca de Ámsterdam, tajantemente rehusaron órdenes de desplazarse a Indonesia y formaron un comité representando a 150 soldados comunistas de base para buscar el apoyo de la clase obrera holandesa.
La historia de esta explosión del internacionalismo revolucionario de la clase obrera sigue oculta a nuestra historia, ya sea en libros o películas. Junto con otras, como el motín naval indio, muestra que la Segunda Guerra Mundial fue más que una lucha entre las potencias imperialistas para dividirse o re-dividirse el mundo. Fue ante todo una oportunidad para que la clase obrera del mundo aprovechara su potencial revolucionario para cambiar el mundo. La política del movimiento comunista internacional en aquellos días – el socialismo y la liberación nacional – finalmente causó su derrota. Sin embargo, la escala y la fuerza revolucionaria del internacionalismo que se desató entonces aún asustan a los capitalistas. Aprendiendo de esos errores, el PCOI está construyendo hoy un partido internacional que lucha por el comunismo, no el socialismo o la liberación nacional. Que los imperialistas comiencen sus guerras. ¡Nuestra historia revolucionaria nos dice que podemos y vamos a terminarlas!