¿Conspiró el equipo de Donald Trump, con la inteligencia rusa, robar las elecciones presidenciales de EE.UU., como reclaman la CIA y el FBI? ¿O fueron las agencias de inteligencia de EE.UU. las que hackearon al Partido Demócrata para incriminar a los rusos?
No lo sabemos. No nos importa particularmente. No confiamos en ninguno de ellos. Ambas lados son potencias imperialistas que tratan de encubrir la dictadura de los ricos con una retórica populista.
La única verdad que ambos lados dicen es que el otro lado es fascista. Toda la guerra de palabras nos recuerda una caricatura sin palabras de una revista de humor estadounidense “Espía vs Espía” de la época de la Guerra Fría.
Pero como en la Guerra Fría, esta situación no es una broma. Estamos hablando de las dos potencias nucleares más grandes del mundo.
Como dicen los rusos y sus partidarios, es cierto que Clinton parecía estar aún más dispuesta que Obama en arriesgar la guerra sobre Ucrania y Siria. En contraste, Trump y su equipo (notablemente el Secretario de Estado R “Exxon” Tillerson) tienen intereses comerciales importantes en Rusia. Por lo menos por ahora no quieren esa guerra.
Yemen es una historia diferente. Trump está intensificando la guerra aérea de EE.UU.-Arabia Saudita que comenzó Obama contra los rebeldes Houthi. Cada ataque aéreo cobra víctimas civiles, incluyendo niños. Cada uno empeora la grave crisis de refugiados allí. Pakistán pronto podría enviar tropas terrestres.
Trump también está intentando tomar crédito por una modernización masiva del arsenal nuclear de EE.UU. – comenzado también por la administración de Obama.
Y por aumentar la flota de portaviones de la Armada a 12 barcos de los actuales 10 – aunque tres ya están en proceso de construcción.
Y por ponerse “duro con China” – que era la razón para el “viraje a Asia-Pacifico” de Obama y Clinton.
Algunos imperialistas estadounidenses temen que Trump esté poniendo en peligro sus intereses. Está reduciendo el Departamento de Estado. Su conducta es más errática que diplomática. Sus políticas parecen estar impulsadas, más de lo usual, por consideraciones de lucro personal.
Lo que sí sabemos es que los imperialistas mismos son el verdadero peligro para los intereses de la clase obrera internacional. Eso incluye a los imperialistas rusos, chinos y europeos, así como a los de EE.UU. Su sistema hace inevitable la guerra. Cada guerra es mucho más devastadora que la anterior.
Sabemos esto, pero como comunistas no le tememos. Como muestra el artículo sobre el motín indonesio, las guerras del siglo XX abrieron las puertas para la revolución comunista.
Cuando los gobernantes movilizan a soldados y marineros para la guerra, y a masas de obreros para la producción bélica, se arriesgan a crear un ejército de sus propios sepultureros. Es nuestro trabajo movilizar a ese ejército para el comunismo.
Estas oportunidades ya existen. Debemos aprovecharlas al máximo. Un compañero recientemente asistió a una reunión de la comunidad donde los liberales estaban organizando contra las políticas migratorias fascista de Trump. Se encontró sentada en una mesa con dos soldados.
¿Se prestarían las unidades de la Guardia Nacional o de la Reserva para cazar inmigrantes cuando muchos de ellos son inmigrantes o de familias de inmigrantes? Necesitamos inspirarles con una visión de un mundo comunista sin fronteras.
Esto sabemos: El enemigo de tu enemigo a menudo no es tu amigo. No dejes que tu odio por Trump te empuje en los brazos del FBI y la CIA. No dejes que tu odio por el FBI y la CIA te empujen a los brazos de los apologistas de Rusia como Julián Assange y Wikileaks.
Busca a tus verdaderos amigos en la clase obrera internacional y en el Partido Comunista Obrero Internacional.