Ingresé a la Marina de los EE. UU. por muchas razones, tanto prácticas como ideológicas. Pero no fue hasta que circunstancias desfavorables me arrinconaran que consideré seriamente alistarme. “Los hombres hacen su propia historia”, como escribió Marx. “Pero no la hacen como quieren”.
Acababa de terminar la universidad con un título maravilloso pero económicamente inservible. Encontré un trabajo en Home Depot, cargando bolsas de hormigón de 90 libras en los camiones de contratistas.
Sabía que la Marina representaba un sacrificio de muchos años juveniles. Pero necesitaba pagar la deuda de la escuela y crear un fondo de emergencia. El GI Bill fue un trato impresionante.
Otros esperaban viajar por el mundo, y viajé a muchos puertos por todo el mundo. Pero vi esto más como un agradable efecto secundario de un tratamiento más grande no tan saludable – una quimioterapia llamada “despliegues”.
Pero mucho después de que ahorrara y gastara el dinero – el GI Bill se agotó -, estaría muy orgulloso de haber ayudado a difundir la conciencia obrera dentro de la Armada. Difundiendo ideas que harán una mejor sociedad dentro de un sector muy importante de la sociedad que rara vez entra en contacto con estas ideas.
Marineros de EEUU organizando en contra de la guerra en Vietnam
Los marineros y los marines son completamente adoctrinados en una mentalidad militar. Esto incluye el potente anticomunismo de la guerra fría que equipara política izquierdista con el terrorismo.
Mi guía del campo de entrenamiento enumeró organizaciones radicales de izquierda como organizaciones terroristas. No incluía grupos específicos, lo cual dejaba a los marineros con la vaga creencia de que cualquiera que estuviera a la izquierda de una confianza ciega en el capitalismo era un terrorista, o al menos en connivencia con los terroristas.
Hacer Amigos y Propugnar la Política
Mi primer año comenzó cuando subí a un autobús para ser enviarlo al centro de entrenamiento de los Grandes Lagos de la Marina. Terminó cuando salí de la escuela-A e ingresé a la Flota.
En el campo de entrenamiento, conocí gente de todo el mundo. Un compañero de litera era un químico de África que buscaba la ciudadanía estadounidense mediante el servicio militar. Desafortunadamente, no pasó la prueba de tuberculosis y fue expulsado.
Hablaba con muchos tratando de encontrar quienes tuvieran interesados en la filosofía, la dialéctica, la política o incluso el marxismo. Descubrí que las personas religiosas tendían a interesarse por la filosofía.
Si alguna conversación podría llamarse política, generalmente giraba en torno al racismo o el sexismo. Criticar abiertamente el racismo era suficiente. Siempre y cuando alguien llamara la atención a incidentes racistas, todos pensaron que era un trabajo bien hecho. Rara vez conocí a personas preocupadas por analizar las raíces del racismo y el sexismo o por hacer cosas para cambiar sus observaciones.
Conocí a otro marinero en mi división. Éramos sorprendentemente similares. El era un poco mayor, como yo, y lo suficientemente maduro como para soportar el adoctrinamiento del campo de entrenamiento sin que le infligiera más que unos pocos dolores de cabeza.
Venía de Sudamérica y vivió algunos tiempos terribles con las guerras contra las drogas de los años 90s. Esto lo hizo mucho más consciente políticamente. En la universidad estudio administración de negocios y estaba un poco decepcionado con sus estudios. Nos llevamos bien y comenzamos a hablar de filosofía y economía, luego de dialéctica y capitalismo, y finalmente de marxismo.
Todos los marineros ingresaban a las escuelas-A después del campo de entrenamiento, donde se entrenarían más en su oficio específico. Afortunadamente, mi nuevo amigo y yo nos dirigíamos a la misma escuela-A. Y nuestro programa de entrenamiento de 27 semanas fue uno de los más largos.
La escuela-A era todavía bastante restrictiva, pero mucho más fácil que el campo de entrenamiento. Teníamos más tiempo para pasar el rato y discutir política. Leímos un artículo que era una magnifica introducción a la dialéctica. Leímos un libro sobre dialéctica. También leímos un libro que dio un análisis marxista de las guerras de las drogas donde él creció.
Creamos una gran amistad y terminamos en la misma ciudad. No nos vimos mucho porque me desplegaron cuando su barco estaba en el puerto y viceversa. Pero en mi nuevo comando hice más amigos, que se volverían más cercanos a mí después de que nos desplegáramos juntos.
Estaba aprendiendo mucho muy rápido. Fue un tiempo estresante y probablemente el período más difícil de mi alistamiento para abordar marineros y discutir con ellos ideas clasistas y el comunismo. Y, sin embargo, durante este período conocí a uno de mis amigos más cercanos y alguien que no solo se preocupa por la sociedad sino que quiere participar en la buena lucha.
Nosotros hacemos nuestra propia historia, y en ocasiones la hacemos mejor de lo que esperábamos.