Sin embargo, ella persistió. Madre soltera e inmigrante, ella va a trabajar todos los días. Lo tiene que hacer, como todo esclavo asalariado, les guste o no a sus compañeros de trabajo. Ella necesita un salario para sobrevivir. Solo el comunismo puede liberar a todos los obreros de esta esclavitud salarial. La movilización para el comunismo exige la unidad de la clase obrera a través de las divisiones de “razas”, género y nacionalidades creadas por los capitalistas.
Las mujeres siempre han trabajado.
En el siglo 19, el capitalismo industrial comenzó a reemplazar los alimentos, el vestido y otras cosas que las mujeres tradicionalmente producían en el hogar con productos producidos en fábricas. Esto estableció la base material para emplear a las mujeres como esclavas asalariadas en las fábricas.
Muchas mujeres – especialmente las mujeres negras, indígenas e inmigrantes, siempre han trabajado fuera de sus hogares. Las mujeres esclavas africanas en los EE. UU. arrancaban la hierba mala y pizcaban el algodón al lado de los hombres. Las mujeres negras e inmigrantes han trabajado como sirvientas domésticas. Las inmigrantes irlandesas en los EE. UU. fueron de las primeras en trabajar en las fábricas textiles.
Las mujeres primeramente fueron obreras industriales en las fábricas de la industria textil inglesa a principios del siglo 19. Este es un proceso continuo que continúa en todo el mundo. Y a medida que las mujeres se convirtieron en obreras industriales, comenzaron a organizar luchas de clases. Ayudaron a liderar huelgas textiles en Inglaterra en la década de 1820 y en los EE. UU. a partir de 1835.
La competencia capitalista contrapone a hombres y mujeres trabajadoras
Los capitalistas aprovecharon la vulnerabilidad de las mujeres y la división de la clase trabajadora para reducir los salarios. Utilizaron ampliamente el trabajo infantil para reducir salarios y aumentar la explotación en las fábricas textiles, granjas e incluso en las minas de carbón. En algunos países, esto continúa aun hoy día.
Los sindicatos respondieron con la estrategia sexista y reformista de “proteger los trabajos de los hombres”. En 1877, el Secretario del Congreso Sindical en Inglaterra fue aplaudido por demandar un “salario familiar” suficiente para que los hombres mantengan a sus familias y mantener su esposas en casa.
Por el contrario, la socialdemócrata Clara Zetkin hizo un llamado a los trabajadores y trabajadoras para que luchen por paga igual por hacer el mismo trabajo. En vez de culpar a las mujeres, culpó a los capitalistas por la superexplotación de la mano de obra femenina y llamó a la unidad de la clase trabajadora. En contraste con las feministas burguesas, llamó a las mujeres proletarias a unirse a los hombres para luchar por mejores condiciones de trabajo para todos los trabajadores.
Los comunistas llaman por la unidad de clase para acabar con la esclavitud asalariada
Marx y Engels vieron el empleo extensivo de la mano de obra femenina como inevitable e irreversible. El Manifiesto Comunista (1848) desafió la división del trabajo por género, diciendo que la emancipación de las mujeres depende de la abolición de la propiedad privada y la creación de una economía comunal doméstica.
Engels, en El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado (1884), consideraba que el capitalismo creaba las condiciones previas para la liberación de las mujeres al hacerlas participar en la producción social. Pero solo el comunismo puede crear una nueva estructura familiar que corresponda correctamente con los nuevos roles de las mujeres.
Tanto Marx como Engels tenían una visión algo mecánica de que la experiencia del trabajo industrial era una condición necesaria para la liberación de las mujeres. Pero las camaradas de las comunidades rurales en El Salvador quienes participaron en combates armados antiimperialistas y camaradas en Sudáfrica que lucharon contra el apartheid se han convertido en líderes comunistas, hoy en día.
Sin embargo, las obreras industriales – como las de las maquilas en El Salvador, en los talleres de hambre en Bangladesh, y en las fábricas de Boeing y en MTA en EE.UU. – están estratégicamente posicionadas para dar liderazgo a nuestra clase. En lugar de la demanda sexista y reformista de “salario familiar”, luchamos para ponerle fin al sistema salarial y movilizar a las masas para el comunismo.
Las mujeres como la carnicera en Los Ángeles necesitan el apoyo de camaradas hombres, quienes deben liderar a otros en la lucha contra el sexismo. Los trabajadores que ven sus empleos como “varoniles” se perjudican a sí mismos y a su clase al poner la identidad de género por encima de la conciencia de clase.
Debemos vernos como compañeros de trabajo y camaradas potenciales. Las experiencias de las trabajadoras, especialmente las no-blancas, ayudarán a proporcionar el liderazgo que la clase obrera necesita en su marcha hacia el comunismo.
Guerrilleras, El Salvador
Protegiendo nuestros “empleos” versus luchando para acabar con el sistema salarial
Los sindicatos ingleses lucharon para mantener a las mujeres fuera de los “empleos de los hombres”. En 1877 seguían una estrategia que los sindicatos habían seguido por generaciones. La lucha para proteger “nuestros empleos” ilustra la naturaleza sin salida del reformismo y el sindicalismo. Pelear para defender un empleo hace inevitable que los trabajadores caigan en las trampas del racismo, sexismo y la xenofobia que los capitalistas crean para la clase obrera.
La historia del movimiento sindical en los Estados Unidos y en Sudáfrica está llena de ejemplos de trabajadores blancos luchando por mantener a obreros negros fuera de los empleos calificados.
Los sindicatos estadounidenses mantuvieron a los inmigrantes chinos y japoneses fuera de los sindicatos durante casi cien años.
El Sindicato de Trabajadores Agrícolas Unidos bajo César Chávez y Dolores Huerta atacó a inmigrantes indocumentados cuando cruzaban la frontera y los delataron a los policías de inmigración en el Valle de San Joaquín.
Los sindicatos en los EE. UU. con sus campañas “Busca la Etiqueta del Sindicato” y “Compra lo Hecho en EE.UU.” promueven la agenda nacionalista y xenófoba mientras defienden la esclavitud asalariada de los trabajadores estadounidenses.
Incluso a corto plazo, esta es una estrategia derrotista. Donde quiera que los sindicatos hayan mantenido a las mujeres, a los obreros no-blancos e inmigrantes fuera de los sindicatos, los capitalistas han podido utilizarlos como rompehuelgas.
Pero la solución no es un sindicalismo más inclusivo que pueda con un contrato colectivo extraerles unos centavos más a los capitalistas. No ponemos eslóganes como “Organizar a los Obreros Indocumentados” en nuestras pancartas de protesta.
Luchamos por la unidad internacional de la clase obrera la cual necesitamos para acabar con la explotación capitalista de una vez por todas. Nuestro lema es “Luchemos por un Mundo Comunista Sin Racismo, Sexismo, Fronteras o Esclavitud Salarial”.
Mujer trabajadora de la India