George Floyd: Un Año Después aquí ♦ La Masacre de Tulsa de 1921 aquí ♦
Minneapolis, EE.UU. — 28 de mayo del 2020 masas airadas queman estación policiaca
George Floyd: Un Año Después: Porqué Necesitamos el Comunismo Ahora
Hace un año, el 25 de mayo del 2020, policías racistas de Minneapolis asesinaron a George Floyd. Las protestas que estallaron en Estados Unidos y en todo el mundo transformaron la conciencia de las masas. Plantearon demandas – como “¡abolir la policía!” – que el capitalismo no puede satisfacer. Los camaradas del PCOI continúan nuestro trabajo para movilizar para el comunismo a las furiosas masas antirracistas y reclutarlas como miembros y líderes de nuestro Partido.
Derek Chauvin, quien dirigió el escuadrón de la muerte de los policías que asesinaron a George, ha sido declarado culpable de asesinato. Pero ¿cumplirá una condena significativa en la cárcel? Cuando las masas incendiaron una estación policiaca en Minneapolis y las rebeliones se propagaron, la clase dominante se asustó y arrojó a Chauvin a los leones.
En el último año, la policía estadounidense ha asesinado a otras mil personas, desproporcionadamente negros y latinos.
Mientras el jurado de Chauvin deliberaba, los policías mataron a Adam Toledo, de 13 años, en Chicago y a Ma’Khia Bryant, de 16 años, en Columbus, Ohio. Días después, el 21 de abril, la policía en Elizabeth City, Carolina del Norte, asesinó a Andrew Brown Jr., de 42 años, con un “disparo mortal” en la nuca.
La respuesta capitalista debería convencernos de que solo la revolución comunista, no la reforma, puede abolir la policía. Las fuerzas del Partido Demócrata están promoviendo una “Ley George Floyd para Justicia Policiaca de 2021” que ni siquiera habría salvado la vida de George Floyd. Los cargos federales de “derechos civiles” contra la pandilla Chauvin no son más que una palmada en la muñeca. Los generalizados “entrenamientos en diversidad y equidad” esconden la verdadera raíz del racismo: la esclavitud asalariada capitalista.
El comunismo no necesitará policía. La policía existe para proteger la propiedad privada capitalista. Funcionan como un ejército de ocupación para aterrorizar los vecindarios de la clase obrera (en EE.UU. especialmente negros y latinos) y reprimir huelgas y rebeliones.
El comunismo abolirá la propiedad privada de la tierra y la producción. Las masas, dirigidas por nuestro Partido, formularan planes que satisfagan nuestras necesidades colectivas. Los trabajadores no tendrán que hacer huelga o rebelarse para sus opiniones sean escuchadas o sus necesidades satisfechas. En el comunismo, las comunidades resolverán los conflictos entre la gente a través de la mediación y la lucha camaraderil.
Muchas contradicciones se han agudizado en E.UU. durante el último año. La facción Trump ha intensificado la agitación fascista abiertamente racista para movilizar su base. Esta base está formada principalmente por pequeños empresarios blancos, no por trabajadores blancos. Los “populistas” que la dirigen, como Josh Hawley y Tucker Carlson, provienen en su mayoría de familias adineradas y de prestigiosas universidades estadounidenses. Su fallido golpe del 6 de enero fue un comienzo, no un final.
En respuesta, los demócratas están tratando de encausar a las masas antirracistas hacia la lucha para detener las leyes racistas de reforma electoral en Texas, Florida y otros lugares. Una gran contradicción: estos capitalistas, leales a Wall Street y al imperialismo estadounidense, en realidad no pueden ser antirracistas porque su propio sistema necesita el racismo para sobrevivir. Pero, estos son incluso más peligrosos.
Las protestas masivas contra los asesinatos policiales racistas continúan y aumentarán. Siempre que sea posible, debemos organizar acciones comunistas contra el racismo y llevar las ideas comunistas a los mítines y marchas organizados por otros. Las contradicciones en el sistema capitalista y entre los capitalistas crean oportunidades para que el próximo año nuestro Partido crezca significativamente en Estados Unidos, como en cualquier otro lugar.
La Masacre de Tulsa de 1921: Para Acabar con el Racismo, Tenemos Que Acabar con el Capitalismo
“No terminó cuando las llamas se apagaron en la Avenida Greenwood “, dijo una mujer negra criada en Oklahoma. “Todavía está sucediendo”.
Y continuará hasta que la revolución comunista acabe con la esclavitud asalariada capitalista, la base del racismo.
Greenwood era una floreciente área de negros en Tulsa, Oklahoma, severamente segregada en 1921. Era conocida como el “Wall Street Negro” porque tenía la mayor concentración de ricos negros en Estados Unidos. Varios residentes poseían el equivalente hoy día de más de $1 millón.
Pero 23 Wall Street en la ciudad de Nueva York, sede de J.P Morgan & Co., era el centro financiero de EE.UU. Este Wall Street, en el siglo XVII, era un mercado de venta de esclavos. En 1919, el National City Bank de Nueva York (ahora Citibank) se convirtió en el primer banco con mil millones de dólares en activos.
Oklahoma fue aceptado como estado en 1907 en medio de un auge demográfico, una fiebre de petróleo y un rápido crecimiento industrial. En la década de 1920, Tom Slick – un aventurero petrolero blanco – tenía una fortuna neta equivalente a 500 millones de dólares de hoy.
La industrialización y los mercados del petróleo hicieron la vida más precaria para muchos habitantes de Oklahoma. Muchos pequeños agricultores quebraron. Los capitalistas y su nuevo gobierno estatal aprobaron rápidamente leyes de segregación “Jim Crow” más duras que las de los antiguos Territorios Indígenas y de Oklahoma.
Durante las recesiones posteriores a la primera guerra mundial, estos gobernantes lucharon para evitar que las masas culparan al capitalismo y vieran la promesa del poder de los obreros en la Unión Soviética. Encontraron a su chivo expiatorio en el relativamente próspero Black Greenwood.
El 31 de mayo de 1921, Sarah Page, una mujer blanca, afirmó falsamente que Dick Rowland, un hombre negro, la había atacado en un ascensor del centro de Tulsa (probablemente le pisó el pie accidentalmente). Los periódicos blancos elaboraron su mentira. Encendieron una turba racista de linchadores blancos, delegados y armados por la policía.
Veteranos negros marcharon a la cárcel del centro donde Rowland estaba encarcelado. Pero la turba racista los expulsó a través de las vías hacia Greenwood. Incendiaron 40 bloques comerciales y residenciales, incluidas mil casas. Mataron a cientos de negros y arrojando a muchos en fosas comunes secretas o en el río. Miles quedaron sin hogar y traumatizados.
“Mi padre se enojaba mucho cada vez que esto era recordado”, dijo nuestra amiga. “Se indignaba mucho y quería salir y lastimar a alguien. Y él no era así”.
Una línea directa conecta la Masacre de Tulsa con la acusación falsa de los Nueve de Scottsboro diez años después. Con el asesinato de Emmet Till en 1955 y con el de Amy Cooper, quien le echó la policía a un observador negro de pájaros en Nueva York el año pasado.
Una línea directa conecta la Masacre de Tulsa con el despojo del 98% de la propiedad de todos los granjeros negros en EE. UU., especialmente desde 1950. Con la crisis de ejecuciones hipotecarias en 2008-2010, que golpeó dos veces más duro a los propietarios negros. Con la crisis de desalojos que está explotando a medida que termina la moratoria federal de desalojos debidos al Covid-19.
Todavía está sucediendo.
Todavía está sucediendo porque el capitalismo necesita el racismo, entrelazado con el sexismo, para dividir a la clase trabajadora. Para superexplotar a los trabajadores negros, latinos e inmigrantes mientras los salarios para todos son reducidos. Para aterrorizar a las masas, especialmente a las más oprimidas. Para evitar que otros sigan su liderato en responder combativamente a los ataques capitalistas.
Pero esa línea se puede romper.
No mediante reformas para “reducir las desigualdades en la riqueza generacional”. No con promesas de reparaciones a los residentes negros de Black Tulsa hechas hace veinte años que nunca se dieron.
Pero mediante una revolución para construir una sociedad comunista que elimine la “riqueza” personal junto con la pobreza. Donde todos se alojen cómodamente sin dueños de propiedades. Donde los problemas sociales son manejados por la intervención de la comunidad, no por la policía. Donde vemos las diferencias entre nosotros como una fuente de fuerza colectiva, no de competencia u hostilidad.
El colectivismo comunista en producir las necesidades de las masas destruirá los cimientos del racismo y el sexismo del capitalismo. La lucha camaraderil comunista, el trabajo y la educación romperán esa línea y acabarán para siempre con el racismo, sexismo y todos los demás “ismos” divisivos.
El Wall Street de los capitalistas y su sistema racista terminarán en cenizas.
Primera página de esta edición