“El Comunismo Es Mi Idea de la Tierra Prometida”

CALIFORNIA DEL SUR, EE.UU., 20 de agosto – Tengo un año asistiendo a una iglesia metodista abierta a personas de cualquier fe, siempre y cuando estén comprometidas con la justicia social. He compartido que soy comunista y una persona en la congregación lee regularmente Bandera Roja.

Este verano, el Comité para la Justicia Racial, en el cual los miembros de la iglesia desempeñan un papel clave, fue blanco dos veces de Neo Nazis. En la reunión de agosto, fui parte del grupo que ayudó a impedir que los fascistas entraran a la fuerza a la reunión.

Después del asesino ataque fascista en Charlottesville, tuve la oportunidad de hablar más francamente del comunismo. Esto es lo que dije:

 “El fin de semana pasado, estuve en las montañas y fuera de la red, con otras ocho familias de todas partes del mundo. Sentí que vivía en el futuro, con relaciones cariñosas, apoyo mutuo y trabajo cooperativo – o sea, la tierra prometida.

“El lunes, bajé de la montaña a la realidad de Charlottesville, y he estado tratando de ponerme al tanto del acontecer desde entonces.

“Un texto de un amigo me ayudó: “El comentario supuestamente bueno de Trump sobre la batalla de Charlottesville incluso ha sido repetido por los medios liberales: Los que difunden la violencia en nombre de la intolerancia atacan al mero corazón de EEUU. No, no lo hacen: están expresando los mismos valores sobre cuales EEUU fue construido—el genocidio racista. La propia Casa Blanca fue construida por esclavos sobre terrenos de los cuales los primeros pueblos indígenas habían sido limpiados étnicamente.

“Pero no es sólo la historia de Estados Unidos. Es el capitalismo. Como dijo Marx: “El descubrimiento del oro y la plata en América, el desarraigo, la esclavitud y el entierro en las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la caza de pieles negras, señaló el amanecer rosado de la era de la producción capitalista. El capitalismo vino al mundo goteando sangre y suciedad de la cabeza a los pies, de todos los poros.

“Luego el viernes estuve en una manifestación interreligiosa contra la supremacía blanca con un cartel que decía: ‘EL CAPITALISMO Y EL RACISMO SURGIERON JUNTOS, ACABEMOSLOS JUNTOS.’ La gente se me acercó para expresar su acuerdo, incluyendo dos personas – un pastor hispano y un miembro negro de la mezquita – que insistió en tomar fotos de los tres de nosotros con el cartel.

“Ayer estuve en una protesta donde los neonazi no se presentaron, pero donde llegaron cientos de antifascistas. Yo tenia un cartel que decía: ‘APLASTEMOS EL RACISMO CON LA REVOLUCIÓN COMUNISTA’.

Cuando dije esto hubo caras sorprendidas y murmullos. “Bueno,” continúe, “crecí en la iglesia metodista y ahora soy comunista también. Es lo que creo que necesitamos. De todos modos, un joven blanco, que más tarde me dijo que esta era su primera protesta, vio mi cartel y me dijo: ‘Si fuéramos mejores personas, el comunismo funcionaría’.

“Yo respondí: Cuando tengamos el comunismo, seremos mejores personas. El capitalismo necesita el racismo para la súper explotación y para mantenernos divididos. El dinero y los salarios, la necesidad que tienes de vender tu fuerza de trabajo para obtener dinero para pagar gastos y el alquiler, es la base material del individualismo y racismo. Cuando acabemos con todo eso, trabajaremos juntos como una familia, para producir y compartir lo que necesitamos. El racismo no tendrá cabida. Por fin podremos luchar para deshacernos de él. Podemos ser mejores personas ahora mismo luchando por ese mundo comunista.’ Esa es la tierra prometida por la que estoy trabajando”.

Cuando el culto terminó, varias personas me agradecieron y tomaron Bandera Roja y el folleto de Lucha contra el Racismo. El señor que lee Bandera Roja elogió públicamente mi valor y más tarde me dijo que si él fuera más joven estaría parado en una esquina con Bandera Roja. “Hay un papel para tí”, le dije.

Primera página de esta edición

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